La memoria liberadora de Gerardi

Mireia Rubio
El día 26 de abril se cumplirán diez años del asesinato de Monseñor Gerardi, en Guatemala. Una década después todavía no se han aclarado algunos aspectos sobre su muerte. Dos ex militares y un sacerdote católico están en prisión acusados de complicidad y encubrimiento, pero todavía se desconoce la identidad de los instigadores. Decía el mismo Gerardi que conocer la verdad duele, pero que sin duda es una acción altamente saludable y liberadora. ¡Ojalá algún día se pueda hacer justicia!

Lo que sí sabemos es quien era Juan José Gerardi Conedera. Y no sólo para la población campesina e indígena de Guatemala. Gerardi, al igual que Monseñor Óscar Romero en El Salvador o Leonidas Proaño en el Ecuador, fue mucho más que un sacerdote y un obispo; fue un militante comprometido con la justicia y los derechos humanos. Su testimonio es el de una persona de paz, y su apuesta, la de nadar contra corriente incluso dentro de la propia iglesia, fue firme.

Nacido en Guatemala en el año 1922 y con una temprana vocación sacerdotal caminó, desde su ordenación, a lado de los más pobres. Después de los primeros veinte años de tarea pastoral en las zonas más desfavorecidas del interior del país, sirvió también en Ciudad de Guatemala y pasó a formar parte de la curia diocesana, primero con Monseñor Rosell y después con Monseñor Cesariego. En 1967 fue ordenado obispo de La Verapaz, una diócesis bastante pobre, donde su prioridad fue la población indígena. Los retos, sin embargo, aumentan en 1974 con su elección como obispo del Quiché, donde le tocó vivir la época más dura de la guerra; las situaciones más difíciles y la mayor espiral de violencia entre 1980 y 1983.

Hay dos nombres que no tendríamos que olvidar tampoco de esta indigna crónica histórica: los de los generales Romeo Lucas García y sobre todo el de Efraín Ríos Montt; dos gobernantes sanguinarios que combatieron a la guerrilla al mismo tiempo que atacaban ferozmente los movimientos sociales, descargando su violencia contra los líderes comunitarios. Así lo demostraría años después, Monseñor Gerardi con el informe del REMHI, el proyecto de Reconstrucción de la Memoria Histórica "¡Guatemala nunca más"!; un proyecto que le costó la vida, pero gracias al cual continúa viva la denuncia del horror y la memoria de centenares de miles de víctimas, muertas o desaparecidas durante la guerra civil en Guatemala (1960-1996).
Monseñor Gerardi llegó a ser presidente de la Conferencia Episcopal Guatemalteca y ni las amenazas, ni el exilio obligado al que lo condenaron durante dos años, negándole la entrada al país cuando regresaba de un congreso en el Vaticano, no lo doblegaron nunca. En 1988 participa en la Comisión Nacional de Reconciliación e impulsa la creación de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ADHO) que hoy continúa su tarea. Es en este contexto que Gerardi empieza a dedicarse al informe REMHI recogiendo por medio de testimonios el coste social y político del terror de Estado, convencido de que la paz y la reconciliación sólo pueden llegar de la mano de la verdad.

Y por eso, el día 26 de abril de 1998, en la casa parroquial de la iglesia de San Sebastián, es asesinado brutalmente y silenciado para siempre. No sabían, sin embargo, los asesinos que un clamor como el de Monseñor Gerardi puede resonar en el alma y la conciencia proporcionándonos la energía necesaria para continuar con su tarea.

Ahora que se cumplen diez años, cuando hemos sabido que que el juicio para aclarar su muerte también ha sido marcado por las amenazas a jueces, abogados, fiscales... cuando se demuestra que la herida continúa abierta, pero cuando ya podemos hablar de crimen de Estado... justo ahora nos llegan noticias de nuevas amenazas, esta vez al obispo Álvaro Ramazzini, otro gran defensor de los más pobres. Y todo ello nos obliga a renovar cada día nuestro compromiso con Gerardi, con Romero y con tantas mujeres y hombres de paz que han luchado para acabar con cualquier forma de violencia y que han gritado "nunca más" antes de dejar la vida.

1 comentario:

  1. Anónimo9:46 a. m.

    Muchas gracias por traernos la memoria viva de Gerardi.
    Su testimonio, su lucha y su opción militante sigue compremetiendonos a quienes sabemos que el camino de la justicia es largo, duro y lleno de sangre de inocentes así como de quienes les dieron voz.

    Que la memoria siga viva y la esperanza nos acompañe en la lucha.

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