Alimentos, artículos de lujo

Frei Betto


¿Quién se imaginó que tendría que entrar en una butique para comprar arroz, frijoles, verduras y carne? Pues quizás no estemos lejos de ello. El precio medio de los alimentos se triplicó en los últimos doce meses.

El año pasado los dueños del mundo invirtieron en la industria de la muerte -la fabricación de armamentos- US$ 134 mil millones, un 45 % más que hace diez años, según el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz. En gastos militares los gobiernos invirtieron el 2.5 % del PIB mundial. Por cada habitante del planeta se destinaron US$ 202 a alimentar las bestias del Apocalipsis con misiles, bombas, minas y artefactos nucleares. En resumen: según la FAO, comparado con los gastos en alimentos, el valor consumido por los armamentos lo superó ¡191 veces!

Los Estados Unidos facturaron en el 2007 un 45 % de la venta de armas en el mundo. Este mercado hoy día es dominado por 41 empresas estadounidenses y 34 de Europa occidental. En los últimos diez años los gastos militares de los EE.UU. aumentaron un 65 %, sobrepasando todo lo que se invirtió durante la Segunda Guerra Mundial. Es el precio de las intervenciones en Iraq y en Afganistán.

Además de esa desproporción brutal entre lo que se invierte en la muerte (armas) y lo que se aplica a la vida (alimentos), la crisis del petróleo, con el barril por encima de los US$ 130, eleva terriblemente el precio de los alimentos. En los últimos 50 años se industrializó la agricultura, lo que aumentó un 250 % la cosecha mundial de cereales. Pero eso no significó que se pusieran más baratos y llegaran a las bocas de los hambrientos.

La agricultura pasó a consumir petróleo en forma de fertilizantes (éstos representan 1/3 del consumo de energía en la producción y aumentaron un 130 % en el último año), pesticidas, máquinas agrícolas, sistemas de irrigación y de transporte (desde los camiones que hacen llegar el alimento al mercado hasta el motorista repartidor de pizzas).

La agricultura industrializada consume 50 veces más energía que la agricultura tradicional, pues el 95 % de todos nuestros productos alimenticios exigen la utilización de petróleo. Sólo para criar una vaca y ponerla en el mercado se consumen seis barriles de petróleo, de 158.9 litros cada uno.

La subida del precio del petróleo abre un nuevo y vasto mercado para los productos agrícolas. Antes ellos eran destinados al consumo humano. Ahora son empleados también para alimentar máquinas y vehículos. El precio del petróleo aumenta el de los alimentos sencillamente porque si el valor del combustible de una mercancía excede su valor como alimento, se convertirá en agrocombustible.

¿Quién va a invertir en la producción de azúcar si con la misma caña se obtiene más ganancia generando etanol? Es obvio, el azúcar no desaparecerá de los estantes del supermercado. Pero será ofrecido como artículo de lujo a fin de compensar las inversiones de quien dejó de producir agrocombustible.

No se trata de ponerse contra el etanol, sino de ponerse a favor de la producción de alimentos, de modo que sean accesibles a la renta media mensual del brasileño corriente, que gana unos US$ 300. Además, nadie desconoce el trabajo esclavo o semiesclavo que predomina en los cañales del Brasil, según una reciente denuncia de Amnistía Internacional. Es urgente que el Congreso Nacional apruebe la PEC 438/2001 contra el trabajo esclavo. Desgraciadamente, Planalto acaba de editar la Medida Provisional que no obliga al cumplimiento de inscripción del trabajador hasta después de los tres meses de contratado. ¿Cuántos trabajadores eventuales no van a quedar condenados al régimen perpetuo -y legal- de trimensualidad laboral y sin derechos laborales?

Algunas empresas de producción de etanol obligan a sus trabajadores a recoger hasta 15 toneladas de caña al día y les pagan no por las horas trabajadas sino por la cantidad recogida. Según especialistas, tal esfuerzo causa serios problemas de columna, calambres, tendinitis y enfermedades en las vías respiratorias debido al hollín de la caña, deformaciones en los pies por el uso de gruesos zapatos y daños en las cuerdas bucales por tener el cuello torcido durante el trabajo.

En la cosecha los trabajadores están empapados de sudor debido a las altas temperaturas y del excesivo esfuerzo. Para cortar una tonelada de caña hay que dar mil machetazos. Los salarios pagados por producción son insuficientes para garantizarles alimentación adecuada, pues, además de los gastos de alquiler y transporte desde sus lugares de origen hasta el interior de São Paulo y de Minas, envían parte de lo que ganan a sus familias.

El actual régimen de trabajo reduce el tiempo de vida útil de los cortadores a unos 12 años. En 1850, en que el tráfico de esclavos era libre y la oferta de mano de obra abundante, la vida útil de esos trabajadores era de entre 10 y 12 años. A partir de la prohibición de importar negros, el trato mejor dispensado a los esclavos amplió su vida útil a entre 15 y 20 años.

Si el gobierno federal desea promover el crecimiento económico con desarrollo sustentable, sin antagonizar esas dos metas de nuestro proceso civilizatorio, es preciso evitar los males apuntados, además de hacer la reforma agraria, de modo que se multipliquen las áreas destinadas a la producción de alimentos, balanceándolas con las que hoy día están ocupadas por el agrocombustible. (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros.

Destruyendo la agricultura africana


Global Research

Traducido para Rebelión por Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas


La producción de biocombustibles es ciertamente uno de los culpables de la actual crisis global de alimentos. Pero mientras que el desvío de cereales de su uso como alimentos a la producción de biocombustibles ha sido uno de los factores que han disparado los precios de los alimentos, el problema primordial ha sido la conversión de economías en su mayor parte autosuficientes en el sector alimentario en importadores crónicos de alimentos. En este tema, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el la Organización Mundial del Comercio (OMC) figuran como los principales villanos.

Ya sea en Latinoamérica, Asia, o África, la historia ha sido la misma: desestabilización de los productores locales por una embestida tras otra de los programas de ajuste estructural del FMI-Banco Mundial que destruyeron las inversiones gubernamentales en el campo, seguida por un masiva afluencia de importaciones de productos agrícolas subsidiados de la Unión Europea y Estados Unidos, después de que el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC se entrometiera en los mercados.

La agricultura africana es un caso de estudio de cómo políticas económicas doctrinarias que sirven intereses corporativos pueden destruir la base productora de todo un continente.

De Exportadores a Importadores

En la época de la descolonización en los años 60, África no es que fuera autosuficiente en la producción de alimentos, es que era un exportador neto de alimentos, el valor promedio de sus exportaciones era de 1,3 millones de toneladas por año entre 1966 y 1970. Hoy, el continente importa el 25% de sus alimentos, siendo casi todos sus países importadores netos de los mismos. Las hambrunas se han convertido en un fenómeno recurrente, sólo en los últimos tres años se han producido emergencias alimentarias en el Cuerno de África, el Sahel, África del sur y África central.

La agricultura sufre una crisis profunda, y sus causas son muchas, entre las que se incluyen guerras civiles y la difusión del SIDA. Sin embargo, un hecho fundamental que dio origen a esta situación fue la retirada paulatina de los controles gubernamentales y mecanismos de apoyo debido a los programas de ajustes estructurales a los cuales la mayoría de los países africanos fueron sometidos como el resultado del precio que tuvieron que pagar para obtener asistencia del FMI y el Banco Mundial para hacer frente a sus deudas externas.

En vez de disparar una virtuosa espiral de crecimiento y prosperidad, los ajustes estructurales llevaron a África a un descenso en las inversiones, incremento del desempleo, reducciones en el gasto social, reducción del consumo, y bajo rendimiento, todo combinado para crear un círculo vicioso de estancamiento y deterioro económico.

Levantar el control de precios de los fertilizantes a la vez que se reducía el sistema de créditos para la agricultura, simplemente llevó a la reducción de solicitudes de subvenciones, reducciones en la producción, y reducciones en las inversiones. No hace falta ser economista para predecir este resultado, el cual fue eliminado por los paradigmas del libre mercado del FMI y el Banco Mundial. Lo que es más, la realidad se negó a ajustarse a las esperanzas doctrinarias de que la retirada del estado pavimentaría el camino para que el sector privado y el mercado dinamizaran la agricultura. En vez de eso, el sector privado creyó que la reducción del gasto del estado crearía más riesgo y falló en la posibilidad de ser una alternativa. En un país tras otro, las predicciones de la doctrina neoliberal produjeron justo lo contrario: la retirada del estado “espantó” más que “atrajo” la inversión privada. En aquellos casos en los que empresarios privados vinieron a reemplazar al estado, como hace notar un informe de Oxfam, “lo han hecho algunas veces en condiciones altamente desfavorables para los agricultores pobres,” dejando “más inseguridad alimentaria para los agricultores, y dependencia de los gobiernos de flujos inciertos de ayuda.” El generalmente pro sector privado Economist estaba de acuerdo, admitiendo que “muchas de las firmas privadas traídas para reemplazar los investigadores del estado resultaron ser monopolistas buscando beneficios.”

El poco apoyo que se le permitió ofrecer al gobierno fue encauzado por el Banco Mundial hacia la generación de productos agrícolas para la exportación, para generar divisas que el estado necesitaba para hacer frente a su deuda con el Banco Mundial y el FMI. Pero, como ocurrió en Etiopía durante la hambruna de principio de los 80, esto llevó al uso de buenas tierras de cultivo para cultivos dedicados a la exportación, mientras que los cultivos dedicados a alimentos básicos se relegaron a suelos cada vez menos adecuados, lo que exacerbó la inseguridad alimentaria. Lo que es más, el hecho de que el Banco Mundial animara a varios países cuyas economías estaban sufriendo ajustes a concentrarse en la producción de los mismos cultivos para la exportación llevó a una sobreproducción que colapsó los precios en los mercados internacionales. Por ejemplo, el éxito mismo del programa de Ghana para expandir la producción de cacao disparó una caída del 48% en el precio internacional del cacao entre 1986 y 1989, amenazando con, como lo expresó un informe, “incrementar la vulnerabilidad de la economía entera a los caprichos del mercado del cacao.” En 2002-2003, un colapso en los precios del café contribuyó a otra emergencia alimentaria en Etiopía.

Lo mismo que en muchas otras regiones, el ajuste estructural en África no significó simplemente bajada de las inversiones, sino la ausencia de las mismas. Pero hubo una gran diferencia. En América Latina y Asia, el Banco Mundial y el FMI se limitaron en la mayoría de los casos a la macroeconomía, o a la supervisión del desmantelamiento del papel económico del estado desde arriba. Estas instituciones dejaron los sucios detalles de la implementación de estas políticas a las burocracias del estado. En África, donde trataban con gobiernos muchos más débiles, el Banco Mundial y FMI gestionaron aspectos de la microeconomía con decisiones tales como la rapidez con la que los subsidios debían ser eliminados, cuantos funcionarios tenían que ser despedidos, o incluso, como en el caso de Malawi, que parte de la reserva de cereales del país debería ser vendida y a quien. En otras palabras, los procónsules residentes del Banco Mundial y el FMI se metieron en las mismas entrañas de la implicación del estado en la economía agrícola para hacerla pedazos.

El papel del comercio

El impacto negativo de los programas de ajuste se agravó con prácticas comerciales injustas por parte de la Unión Europea y Estados Unidos. La liberalización de los mercados permitió la entrada de ternera barata subsidiada de la Unión Europea en África occidental y del sur, llevando a los productores a la ruina. Con sus subsidios legalizadoss por el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC, los productores de algodón de Estados Unidos inundaron de algodón los mercados mundiales a un precio del 20-55% del coste de la producción, llevando de paso a la bancarrota a los productores de algodón de África occidental y central.

Estos sombríos resultados no fueron accidentales. Como lo expresó el entonces Secretario de Agricultura de Estados Unidos John Block al inicio de la Ronda de Uruguay de negociaciones comerciales en 1986, “la idea de que países en vías de desarrollo deberían alimentarse a si mismos es un anacronismo de una era pasada. Podrían asegurar mejor su seguridad alimentaria confiando en los productos agrícolas de Estados Unidos, los cuales están disponibles, en muchos casos a costes más bajos.”

Lo que Block no dijo fue que el coste más bajo de los productos de Estados Unidos se debía a los subsidios que se estaban volviendo mayores cada año, a pesar de que la OMC se suponía que tenía que retirar paulatinamente cualquier tipo de subsidio. De los 367.000 millones de dólares en 1995, el primer año de la OMC, la cantidad total de subsidios a la agricultura proporcionados por los gobiernos de los países desarrollados subió a 388.000 millones en 2004. Los subsidios suponen actualmente el 40% del valor de la producción agrícola en la Unión Europea y el 25% en Estados Unidos.

Las consecuencias sociales de los ajustes estructurales que tiraron a la basura el sistema agrícola eran predecibles. Según Oxfam, el número de africanos que viven con menos de un dólar al día se duplicó a 313 millones de personas entre 1981 y 2001, esto supone un 46% de todo el continente. El papel de los ajustes estructurales en la creación de pobreza, así como en debilitar severamente la base agrícola del continente y consolidar la dependencia de las importaciones, era difícil de negar. Como admitió el economista jefe para África del Banco Mundial, “No pensamos que el coste humano de estos programas podía ser tan alto, y las ganancias económicas tan lentas en llegar.”

Esto fue, sin embargo, un raro momento de ternura. Lo que era especialmente inquietante es que, como lo hizo notar el profesor de economía política de Oxford Ngaire Woods, “la aparente ceguera del Banco Mundial y el FMI al fallo de su política en el África sub-sahariana persiste aún cuando los propios estudios de estas instituciones no consiguen mostrar efectos positivos en las inversiones.”

El caso de Malawi

Esta testarudez llevó la tragedia a Malawi.

Fue una tragedia precedida por el éxito. En 1998 y 1999, el gobierno inició un programa para dar a cada familia minifundista un “paquete de arranque” de fertilizantes y semillas gratis. A esto le siguieron varios años de experimentación exitosa en los que los paquetes se distribuyeron solamente a las familias más pobres. El resultado fue un excedente nacional de cereales. Lo que vino después, sin embargo, es una historia que se consagrará como un caso clásico de estudio en los libros futuros sobre los diez errores garrafales de la economía neoliberal.

El Banco Mundial y los donantes de ayuda forzaron a una drástica reducción y finalmente la eliminación total de este programa, argumentando que los subsidios distorsionaban el mercado. Sin los paquetes gratis, la producción de alimentos cayó en picado. Mientras tanto, el FMI insistió en que el gobierno vendiera una gran parte de sus reservas estratégicas de cereales para permitir a la agencia de reserva de alimentos pagar sus deudas comerciales. El gobierno accedió. Cuando la crisis en la producción de alimentos se convirtió en una hambruna en 2001-2002, apenas quedaba ninguna reserva para llevar urgentemente a las zonas rurales. Unas 1,500 personas perecieron. El FMI, sin embargo, no mostró ningún arrepentimiento; de hecho, suspendió sus pagos del programa de ajuste al gobierno con el argumento de que “el sector paraestatal continuará suponiendo un riesgo a la implementación con éxito del presupuesto 2002/2003. Las intervenciones del gobierno en los mercados alimentarios y otros mercados agrícola…ahuyentan un gasto más productivo.”

Cuando una crisis de alimentos aún mayor se desarrolló en 2005, el gobierno finalmente se hartó de la estupidez institucionalizada del Banco Mundial y el FMI. Un nuevo presidente introdujo de nuevo el programa de subsidio a los fertilizantes, permitiendo a dos millones de minifundistas comprar fertilizantes a un tercio de su precio de venta al público y semillas con descuentos. El resultado: cosechas extraordinarias durante dos años seguidos, un excedente de un millón de toneladas de maíz, y el país transformado en un suministrador de cereales a otros países de África del sur.

Pero el Banco Mundial, como su agencia hermana, aún se agarró tozudamente a su desacreditada doctrina. Como el director del Banco Mundial le dijo al Toronto Globe and Mail, “Todos esos agricultores que mendigaron, pidieron prestados y robaron para comprar fertilizantes extra el año pasado están ahora examinando su decisión y pensándoselo dos veces. Mientras más bajo sea el precio del maíz, mejor para la seguridad alimentaria pero peor para el desarrollo del mercado.”

Huyendo del fracaso

El desafío de Malawi al Banco Mundial hubiera sido probablemente un acto heroico de resistencia pero inútil hace una década. El ambiente es distinto ahora. Debido a la ausencia de ningún caso claro de éxito, los ajusten estructurales han sido desacreditados en toda África. Incluso algunos gobiernos donadores que en su día subscribieron su política se han distanciado ahora del Banco Mundial, el caso más prominente es el de la agencia oficial de ayuda Británica que co-financió el último programa de fertilizantes subsidiados de Malawi. Tal vez la motivación de estas instituciones es prevenir una mayor erosión de su menguante influencia en el continente por su asociación con políticas fallidas e instituciones impopulares. Al mismo tiempo, están ciertamente al corriente de que la ayuda china está emergiendo como una alternativa a los condicionamientos del Banco Mundial, el FMI, y los programas de ayuda de los gobiernos occidentales.

Más allá de África, incluso antiguos partidarios de los ajustes, como el Instituto Internacional de Investigación en Política Alimentaria (Internacional Food Policy Research Institute, IFPRI) en Washington y el rabiosamente neoliberal Economist reconocieron que la abdicación del estado en temas de agricultura fue un error. En un comentario reciente sobre el aumento de los precios de los alimentos, IFPRI afirmó que “las inversiones en el medio rural han sido gravemente descuidadas en las últimas décadas,” y dice que es la hora de que “los gobiernos de los países en vías de desarrollo incrementen sus inversiones a medio y largo plazo en investigación agraria y su transferencia, infraestructura rural, y el acceso a los mercados para los pequeños agricultores.” Al mismo tiempo, la adherencia del Banco Mundial y el FMI al libre mercado fue atacada desde el corazón mismo del stablishement económico, con un comité de luminarias encabezado por el profesor de la Universidad de Princeton ,Angus Deaton, acusando al departamento de investigación del Banco Mundial de ser parcial y “selectivo” en sus investigaciones y presentación de datos. Como dice el dicho el éxito tiene un millar de padres y el fracaso es huérfano.

Incapaz de negar lo obvio, el Banco Mundial finalmente ha reconocido que todo el proyecto de ajustes estructurales fue un error, aunque coló esta concesión en medio del Informe del Desarrollo Mundial de 2008, tal vez con la esperanza de que no atraería demasiada atención. No obstante, fue una admisión irrefutable:

“El ajuste estructural de los 80 desmanteló el elaborado sistema de agencias públicas que proporcionaban a los agricultores acceso a la tierra, créditos, seguros, y organización cooperativa. La expectativa era que eliminando el estado se liberaría el mercado para que actores privados tomaran estas funciones-reduciendo los costes, mejorando la calidad de los servicios y eliminando el sesgo regresivo. Con demasiada frecuencia, eso no ocurrió. En algunos lugares, la retirada del estado fue solo provisional en el mejor de los casos, lo que limitó la entrada privada. En el resto de los lugares el sector privado apareció solo lentamente y su acción fue parcial, sirviendo principalmente a los empresarios agrícolas pero dejando a los minifundistas expuestos a extensos fallos del mercado, altos costes y riesgos en las transacciones, y carencias en los servicios. Mercados incompletos y brechas institucionales impusieron costes enormes sobre el crecimiento asumido y pérdidas de asistencia pública para los minifundistas, amenazando su competitividad y, en muchos casos, su supervivencia”.

En suma, la producción de biocombustibles no creó sino que exacerbó la crisis alimentaria global. La crisis se ha venido fraguando durante años, mientras que las políticas promovidas por el Banco Mundial, el FMI, y la OMC, disuadían de forma sistemática la autosuficiencia alimentaria y animaban a la importación de alimentos mediante la destrucción de la base local productiva de la agricultura de pequeños propietarios. En toda África y en el Sur global, estas instituciones y las políticas que han promovido están hoy en día totalmente desacreditadas. Pero aún está por verse si el daño que han causado puede remediarse con el tiempo suficiente para impedir consecuencias más catastróficas que las que estamos experimentando actualmente.

Notas

1. Charles Abugre, “Behind Crowded Shelves: As Assessment of Ghana´s Structural Adjustment Experiences, 1983-1991,” (San Francisco: food First, 1993), p. 87.

2. “Trade Talks Round Going Nowhere sans Progress in Farm Reform,” Business World (Phil), Sept. 8, 2003, p. 15.

3. Citado en “Cakes and Caviar: the Dunkel Draft and Third World Agriculture,” Ecologist, Vol. 23, No. 6 (Nov-Dic 1993), p. 220

4. Morris Miller, Debt and the Environment: Converging Crisis (New York: UN, 1991), p. 70.

5. Ngaire Woods, The Globalizers: the IMF, the World Bank, and their Borrowers (Thaca: Cornell University Press, 2006), p. 158.

Enlace artículo original:

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=9196

Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas son colaboradores de Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.

Nace "Colectivo Contra Coca-Cola"

Estudiantes universitarios de distintas ciudades integran en el recién llamado 'Colectivo Contra Coca-Cola' para luchar junt@s desde diferentes escuelas y facultades contra la venta y el consumo de los productos de esta multinacional.

En primer lugar nos presentamos:

«Somos el Colectivo Contra Coca-Cola; un grupo formado principalmene por universitarios-as interesados-as en organizar campañas desde distintas ciudades contra la todopoderosa multinacional 'The Coca-Cola Company'.

Nuestra lucha contra la Coca-Cola no es nuestra (ya se declaró internacionalmente el 22 de julio de 2003 en el Foro Social Mundial), pero nos hacemos parte de ella concienciados-as de los múltiples abusos cometidos por esta empresa del terror: colaboración con el paramilitarismo, asesinato de sindicalistas de SINALTRAINAL en Colombia, desecación de los acuíferos que utilizan los campesinos en La India, contaminación de ríos, desalojo de campesinos en todas las regiones del mundo, financiación de guerras (entre ellas la guerra de Irak),etc.

Son tantos los crímenes de los que se le acusa a esta multinacional como marcas de bebidas posee en la acutalidad (más de 400).

También aclararemos que Coca-Cola no es nuestra manía; no es más que el eje central de todas nuestras luchas contra las multinacionales que oprimen a los pueblos por todo el mundo. Es por tanto una lucha que abarca también a multinacionales como Pepsi, Nike, Monsanto, Microsoft, Nestlé, etc.; porque nuestros objetivos son destruir la belleza que pinta el capitalismo con anuncios como los de Coca-Cola y luchar por la dignidad humana que día a día va destruyendo el sistema»

Colectivo Contra Coca-Cola trata de promover campañas de concienciación para informar a todo el mundo, aunque en especial a los universitarios, sobre la otra cara de las multinacionales.Ahora mismo el colectivo actúa en las ciudades de Palencia, Valladolid y Burgos, con la ayuda de algunos universitarios que voluntariamente se han decidido a participar en esta lucha.

- «Nuestra meta ahora es extender nuestras redes locales aglutinando a todo el mundo que quiera colaborar con nosotros-as (empezando por los paradísimos y aletargados estudiantes de nuestras universidades) y también exportar las campañas del colectivo a las universidades de otras ciudades (contactando a través de nuestro correo electrónico: c.contracocacola@yahoo.es.

- «Queremos remover conciencias, confundir a los progresistas de hoy que mejor se han adaptado a este sistema del gran capital (véase p.ej. todos-as aquell@s "revolucionarios-as" que luego acaban de botellón con una botella de Coca-Cola en la mano... Sin echarnos rosas, que tampoco nosotros-as somos perfectos-as, pero evitamos a toda costa su consumo y su venta), y por supuesto, dar un toque de atención a los-as universitarios-as que cada vez andan más sumisos y sumergidos en el consumismo... En definitiva, queremos sacar la Coca-Cola de nuestras vidas y de nuestras universidades (y con ella todos los productos asociados al "bienestar"... del gran empresario).»

Por último, os animamos a todos-as y en especial a los estudiantes unviersitarios a informaros más sobre este tema. Y qué mejor para ello que os paséis por el blog que hemos creado y leáis algunos de nuestros artículos y noticias publicados hasta ahora.

Porque concienciados-as del problema que suscita la presencia de The Coca-Cola Company en nuestros espacios públicos (hospitales, universidades, plazas, estadios y polideportivos,...) estaremos empezando a cambiar nuestros hábitos consumistas. Y así, juntando nuestras voces, lograremos difundir la otra cara de las multinacionales, la que no sale en los medios de comunicación.

Sólo así lograremos, poco a poco, hacer de éste un mundo más justo y más humano, libre del terror que nos vende este sistema neoliberal en el que vivimos.

¡Contra Coca-Cola, resiste!

www.mundosincocacola.blogspot.com

www.sinaltrainal.org

c.contracocacola@yahoo.es

Colectivo Contra Coca - Cola

Tratados no frenan el tráfico de esclavos

Nergui Manalsuren

A pesar de los numerosos tratados internacionales que prohíben el tráfico de personas, este delito ofrece grandes ganancias con pocos riesgos, señalaron expertos y diplomáticos en el primer debate al respecto que se realiza en la Asamblea General de la ONU.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que existen en el mundo 2,5 millones de personas víctimas del tráfico y el trabajo esclavo.

"Son amenazadas con violencia y retenidas contra su voluntad. Las obligan a trabajar, son explotadas sexualmente e incluso asesinadas para vender sus órganos", dijo Asha-Rose Migiro, subsecretaria general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).

Según estimaciones de la OIT, los ingresos de los traficantes ascienden a 32.000 millones de dólares anuales, una suma sólo superada por el comercio ilegal de drogas y el de armas.

La ONU ha identificado a 127 países como fuentes de las víctimas del tráfico y a 137 como de destino. Los esclavizados proceden, habitualmente, de los sectores más vulnerables de la sociedad: niños de la calle, o que viven en zonas de conflicto y personas que se ven obligadas a asumir riesgos desesperados para ganarse la vida fuera de su país.

"Un padre muere súbitamente y su hija adolescente debe vender su cuerpo para sobrevivir. O se le da a un niño en una zona de guerra un arma y se lo obliga cometer atrocidades que jamás debería ni siquiera presenciar. O una niña es explotada día y noche en una fábrica", señaló Migiro.

La mitad de las víctimas del tráfico son niños, según la OIT, y la mayoría de sus opresores no sufren ningún castigo.

En 2006 hubo en todo el mundo 5.808 causas judiciales, en las que se condenó 3.160 traficantes, lo que significa que por cada 800 personas esclavizadas apenas una recibió una sentencia de culpabilidad en ese año.

"Algunas víctimas son tratadas como bestias de carga, trabajan bajo condiciones atroces en minas, plantaciones o sitios de construcción. Otras sufren el tormento de la explotación sexual, muchas pierden la vida, y millones pasan largas horas trabajando sin recibir prácticamente nada a cambio", agregó Migiro.

A pesar de esto, la Asamblea General de la ONU no puso el tema en su agenda hasta este año, en el que se celebra el 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

La actriz Ashley Judd, quien viajó por el mundo para entrevistarse con víctimas y fue una de las oradoras principales en la reunión de la Asamblea General de la ONU este martes, dijo a IPS: "Estoy poco sorprendida de saber que esta es la primera ocasión en que se debate la cuestión" en el foro mundial.

Judd enfatizó la importancia de elevar la capacidad de las mujeres y las niñas que afrontan una fuerte discriminación económica y social en muchas partes del mundo.

"La prevención y protección debe manifestarse en el terreno, a través de políticas nacionales y legislación en todo el mundo, junto con el adecuado apoyo financiero para mejorar los programas a nivel de base", agregó.

Los acuerdos existentes para combatir el tráfico de personas incluyen la Convención de la ONU contra el Crimen Transnacional Organizado y el Protocolo de la ONU para Prevenir, Suprimir y Castigar el Tráfico de Personas, además de numerosas declaraciones y tratados regionales.

"Debemos preguntarnos por qué este problema se agrava a pesar de todas esas leyes y acuerdos internacionales. Existe una amplia brecha entre la letra de la ley y la situación en el terreno", dijo el presidente de la Asamblea General, Srgjan Kerim.

Los oradores llamaron a los países integrantes de la ONU para que cumplan sus compromisos, asegurando mecanismos para proteger y asistir a las víctimas del tráfico y enjuiciar a los traficantes, además de fortalecer la prevención y atender los problemas de exclusión social que aumentan la vulnerabilidad de las personas.

Un punto fundamental es la ratificación universal del Protocolo para Prevenir, Suprimir y Castigar el Tráfico de Personas, aprobado por la ONU hace ocho años.

Hasta ahora, 76 de los 192 Estados miembro del organismo mundial no lo han hecho y algunas naciones no siquiera lo han firmado.

"Este delito sacude a todas las personas de conciencia y los países deben sumarse a los esfuerzos para combatirlo", afirmó Migiro. (FIN/2008)