Crisis económica y "guerras" íntimamente relacionadas.

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Los errores que nos están conduciendo hacia el desastre. Si realmente ha llegado el turno de Siria, Irán y Asia Central, la peor crisis aún está por llegar.

Joan Carrero Saralegui Presidente de la Fundació s´Olivar.

En uno de los cables de Wikileaks, el embajador de Estados Unidos en Kirguizistán se refería a una reunión con varios hombres de negocios británicos y canadienses a la que asistió junto al príncipe británico Andrew, representante especial de comercio del Reino Unido en Medio Oriente y Asia Central. El príncipe afirmó con energía: hay que impedir la expansión económica y política de Rusia y China en Asia Central, Occidente debe ganar el Gran Juego. Al usar estas categorías, el príncipe está siguiendo al gran ideólogo-creador de la Comisión Trilateral, Zbigniew Brzezinski, inspirador también de presidentes como Jimmy Carter, Bill Clinton o Barack Obama. Desde hace años, en sus escritos no tiene ningún reparo en formular con toda claridad el objetivo del Gran Juego: dominar el Continente Euroasiático, al que el Continente Africano, con sus excepcionales recursos, está a su vez subordinado. Quien lo domine controlará el mundo.

Se permite tal franqueza en libros y publicaciones especializadas porque sabe bien que esta perturbadora realidad no tendrá impacto en la gran masa en tanto que los grandes medios, que las grandes corporaciones controlan, no le dediquen espacios relevantes. Tras leer decenas de miles de cables secretos, Julian Assange enuncia así la principal de las conclusiones a las que llegó: han conseguido la muerte, a escala mundial, de la sociedad civil. Estas poderosas élites están tan seguras de ello que ya nada los detiene. Ha llegado la hora de su jaque mate en África y el Gran Medio Oriente. Acaba el periodo que iniciaron a finales de 1990 con los ataques a Ruanda e Irak, enclaves privilegiados para el dominio del África Central y del Gran Medio Oriente. Todo lo teorizado por ellos desde hace años se está ya ejecutando: tras Irak, Congo, Sudán, Libia, etc. tienen su mirada puesta en Siria, Irán, Asia Central, etc. De momento la pieza mayor es Irán. La conquista de Siria es un paso previo para aislarlo, acosarlo y hacerlo caer. Además, tras la caída Libia y Siria en manos de Occidente, ni Rusia ni China tendrán ya ningún puerto “amigo” en el Mediterráneo.

Para otros expertos, el proceso está tan adelantado que estas élites, fundamentalmente anglosajonas, se atreverían ya a actuar directamente en Asia Central, en las fronteras mismas de China y Rusia. Aprovechando el encandilamiento del mundo frente a Barack Obama, están ya de hecho tomando decisiones que ni con Clinton ni con Bush se habían atrevido a tomar. En todo caso, muy buenos conocedores del complejo financiero-militar-industrial estadounidense alertan de que ya están muy avanzados los preparativos de un ataque a Irán, que incluye armamento dotado de cabezas nucleares. Durante la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, la conciencia de que la destrucción mutua estaba asegurada en el caso de que estallase una guerra, fue un freno efectivo. Ahora losEstados Unidos están convencidos de poseer una tecnología militar tan sofisticada que les permite, por ejemplo, atravesar con armamento nuclear los búnkeres iraníes y controlar a la vez las consecuencias de tal ataque. El problema es que el ataque a Irán o a Pakistán será considerablemente diferente a los anteriores: nos llevará seguramente a las puertas de la Tercera Guerra Mundial.

La humanidad está al borde del abismo, pero nuestra sociedad está tan manipulada que es incapaz de comprender la conexión que existe entre los acontecimientos. Cree que las “lejanas” guerras no nos afectan directamente. Pero la crisis económica está íntimamente relacionada con ellas. Wall Street es el foco en el que se originó la crisis (gracias a que el “carismático” Bill Clinton desregularizó en el año 2000 los controles estrictos ya existentes sobre las políticas de supervisión de créditos e hipotecas de alto riesgo) y es también el financiador de la economía de guerra que exige al Departamento de Defensa inversiones cada vez más milmillonarias. Producen mareo las cifras de lo que ha costado, por ejemplo, la Guerra de Irak o las del rescate de los bancos, así como el impresionante listado de todos los proyectos sociales que se podrían haber realizado con tales cifras. Pero aunque los gastos de las guerras o los rescates bancarios los paga la sociedad, losbeneficios del petróleo y de la especulación sólo enriquecen, y de modo exorbitante, a unos pocos.

Si realmente ha llegado el turno de Siria, Irán y Asia Central, seguramente se avecina una crisis bélica, económica y medioambiental de una magnitud difícil de imaginar. A estas alturas, para quienes tienen interés en informarse es difícil dejar de ver que una reducida y poderosa élite occidental va tomando desde hace años, a puerta cerrada, unas decisiones económicas y militares cada vez más globales y totalitarias. Quienes crean que el proyecto de dominación de estas gentes no escomparable al del régimen nazi, puede escuchar las conversaciones en las que Nixon dice a Kissinger (durante el conflicto de Vietnam) que debe pensar por una vez a lo grande, que debe pensar en la bomba atómica. El totalitarismo, ahora plutocrático, nunca muere. Estas gentes perciben siempre la realidad de un modo absolutamente diferente al nuestro, son verdaderos psicópatas que no conocen la culpa. Para ellos, las incalculables y devastadoras consecuencias que conllevará su proyecto son meras estadísticas. Son a lo sumo daños colaterales, son los dolores del parto de su Nuevo Orden Mundial. Nada de todo esto estaría sucedido si no existiese un proyecto de dominación global, pero tampoco si la sociedad hubiese reaccionado. El régimen nazi por sí solo no habría podido llevar al mundo hacia el desastre. Durante el nazismo, Gandhi y Einstein calificaron al silencio de la gran masa de la gente buena de cómplice y espantoso. A pesar de todo, en línea con el Movimiento del 15 M, estoy convencido de que aún es posible revertir esta situación. En todo caso estamos éticamente obligados a oponernos a ella. Como causas de ese silencio que también hoy nos están conduciendo hacia el desastre, enumero cinco errores:

1º El desinterés por acceder a una información veraz sobre las causas y la gravedad de la situación. Lo que está sucediendo es mucho más grave de lo que nuestra sociedad cree y de lo que transmiten los grandes medios de comunicación. Pero la gente “no tiene tiempo” para informarse sobre quienes y porqué estándestrozando sus vidas.

2º El espejismo de que las “lejanas” y cada vez más numerosas guerras no nos afectan directamente. Nuestra sociedad prefiere no ver que la crisis económica está íntimamente relacionada con la economía de guerra en la que en realidad estamos.

3º La sensación de impotencia frente esta situación. Para estas élites la gran masa es ignorante, torpe y fácilmente manipulable. Y lo somos realmente si no nos informamos, si no superamos nuestra sensación de impotencia y si no empezamos ya a actuar en conciencia y por dignidad.

4º La ilusión de que es posible una política sin dignidad. La pura sumisión a “losmercados” no merece ser llamada política. Quienes, tras la publicación de miles decables de WikiLeaks, aún no se hayan enterado del grado de sumisión de los másaltos responsables de la política española a estos ambiciosos y belicosos lobbies que están llevando a nuestro mundo al borde del abismo, ya no pueden alegar “yo no lo sabía”. Pero a pocos de nuestros electores se les ocurre el condicionar su voto a la no colaboración de nuestros propios políticos nacionales con esos lobbies anglosajones depredadores y criminales.

5º La fantasía de que es posible la dignidad sin la política. Es curioso que circulen con tanta frecuencia en Internet campañas contra el despilfarro de los políticos y casi nadie nos recuerde que los sueldos de algunos altos ejecutivos son cuarenta veces los del político que más cobra. Las campañas de descrédito de la política (no de los políticos indignos sino de la política en sí misma) sólo hacen el juego a esos mismos clubes cuyo objetivo final no es otro que el de conseguir que los Estados (y por tanto la voluntad de los pueblos) queden totalmente supeditados a “los mercados”, es decir, a las directrices económicas cada vez más opresivas que nos imponen ellos.

Acoso al movimiento 15-M

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Carlos Taibo, Rebelión

En el transcurso del último mes el movimiento 15-M ha sido objeto de dos grandes operaciones de acoso articuladas en los circuitos del poder político, económico y mediático. La primera, ya concluida, tuvo como objeto transmitir una imagen del movimiento que hacía de éste una simpática fiesta de jóvenes enfadados que poco más pedían que unas cuantas palabras de comprensión de nuestros magnánimos dirigentes. La dimensión del rechazo frontal a un sistema infumable, que estaba claramente presente en los cimientos del movimiento, parecía no existir a los ojos de los portavoces del orden establecido. Si algunos de ellos han llegado a decirnos que esos jóvenes airados no hacían sino volver a poner sobre la mesa el programa que Rodríguez Zapatero había promovido, para después olvidarlo, en 2004 -cuánta estulticia concentrada en un solo argumento-, en los últimos días ha corrido por ahí una hilarante publicidad de la Fundación Alternativas -uno de sus patronos es ese trilero de la política llamado Felipe González- que nos recuerda que desde esa institución ya se habían propuesto alternativas objetivas a la indignación… Entre ellas, cabe suponer, la de reclamar que en adelante se prohíba que un ex presidente del Gobierno pueda cobrar sumas ingentes de dinero de inmorales empresas privadas del sector energético.

La segunda ofensiva se ha desplegado con singular fuerza en los últimos días. Tengo delante un ejemplar del diario El País del jueves 16 de junio, el día siguiente al de los hechos que se sucedieron en los alrededores del Parlament catalán. Lo más normal que hay en unas páginas inundadas de intoxicación y dobleces es la pastoral sugerencia de que no puede confundirse el todo de un movimiento pacífico con la parte de unos presuntos manifestantes entregados a la violencia. Interpreto esas páginas como una declaración de guerra contra unas gentes que, tras demostrar sobradamente que van en serio y que tienen cuerda para rato, han empezado a resultar inevitablemente molestas.

Creo que en estas horas, y a la vista de lo que recogen varias filmaciones que han corrido por ahí, no hay duda en lo que se refiere a la presencia de provocadores policiales en muchas concentraciones y acampadas. Pero, más allá de ello, me resulta imposible dejar de lado lo que ya sabíamos gracias a lo ocurrido al calor de muchas de las manifestaciones que, en los últimos años, han protestado por la miseria de la globalización capitalista. Esos lamentables medios de incomunicación que padecemos concentraban su atención en el apedreamiento del escaparate de unos grandes almacenes para, consciente y pudorosamente, olvidar todo lo demás. Y entre todo lo demás que olvidaban estaba, claro, la violencia constante que caracteriza a los sistemas que padecemos: la de muchos empresarios sobre sus trabajadores, la de tantos varones sobre sus mujeres, la de nuestros policías sobre los sin papeles , la que todos desarrollamos contra la naturaleza y, por dejarlo ahí, la que asume la forma de genuinas guerras de rapiña encaminadas a privar de recursos básicos a los pueblos más pobres. Hoy como ayer este culpable y llamativo olvido merece nuestra repulsa más enérgica, que no podemos hacer otra cosa que trasladar a tantos profesionales del periodismo que, con toda certeza, podrían hacer mucho más de lo que hacen.

Tengo que prestar atención, por lo demás, a un episodio singular: lo que ocurrió con Cayo Lara, una persona respetable, en la mañana del miércoles 15, con ocasión de una concentración que, en Madrid, permitió frenar un desahucio. El País, el inefable El País , tituló así la noticia: ‘Un desahucio menos, una agresión más’. Un indicador sólido del nerviosismo que acosa a los circuitos oficiales lo aporta, por cierto, el hecho de que El País acuda en presunta defensa del coordinador general de Izquierda Unida. Quién te ha visto y quién te ve. Malo es que haya quien prefiera ignorar lo que ocurrió: nadie reprochó a Lara que estuviese presente en la concentración que me ocupa. ¡Faltaría más! Los reproches -y lo que el sistema entiende que es un reprobable acto de violencia: arrojaron agua al afectado- surgieron cuando Lara no tuvo ningún problema para responder a las preguntas que le realizaban los periodistas. Nuestros dirigentes políticos, incluidos los más sensatos, no parecen percatarse de que las cosas están cambiando rápidamente y de que al militante de a pie -no hay otro- del movimiento 15-M le repugna que alguien se arrogue la facultad de representarlo. Hay quien dirá, claro, con argumento nada despreciable, que buena parte de la culpa de lo sucedido corresponde, una vez más, a los periodistas, que al parecer sobreentienden que nada de interés pueden decir los ciudadanos comunes y que, de resultas, se impone dar la palabra a un responsable político o a un santón intelectual. La orgullosa vena libertaria del 'no nos representan’ saltó como un resorte afortunado. Y lo hizo de tal manera que no me cabe duda de que Cayo Lara ha tomado buena nota.

Sólo me queda enunciar una firme convicción: la de que también en este terreno nos adentramos en un mundo diferente del que hemos conocido durante demasiados años. Si antes la violencia contra los movimientos contestatarios poco más provocaba que miedo y retirada, ahora suscita una franca voluntad de cerrar filas en torno a la protesta. Y se convierte en un interesante estímulo para ésta.

¿SOMOS ANTISISTEMA?

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Fernando Bermúdez López, Teólogo.

Algunos acusan los jóvenes indignados del Movimiento 15-M de ser “antisistema”.Yo diría que más bien es el sistema quien está en contra de la juventud, laexcluye y le roba la posibilidad de un futuro digno. El sistema es anti-juventud yes anti-vida del pueblo, particularmente de los pobres.

El sistema neoliberal actúa como un monstruo gigante, ante el cual parece que no se puede hacer nada, que hay que dejar las cosas como están aunque no nos gusten. El sistema quiere gente sumisa, acrítica, ignorante. A los que buscan otro mundo posible los llama ingenuos, resentidos, rebeldes… Es por eso que contemplo el Movimiento 15-M como una semilla de esperanza.

Ante esta situación, como creyente en Jesús, obligadamente me veo en la necesidad de volver la mirada al Evangelio. ¿Fue Jesús antisistema? Su mensaje y su práctica nos dan la respuesta. ¿Qué les dice a los banqueros del sistema de su tiempo?: “No se puede servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13), “Ay de vosotros que acumuláis riquezas para sí... ¿Apartaos de mí, malditos, porque tuve hambre, tuve sed, fui forastero (inmigrante), estaba desnudo, enfermo… y no me ayudasteis” (Mt 25,31-46). Se puso al lado de los pobres, víctimas del sistema, y fustigó con dureza a los que acumulan riqueza. Véase la parábola el pobre Lázaro y el rico (Lc 16,19-30).

A sus discípulos los llama a rebelarse contra ese sistema cuando les dice: “Como bien sabéis, los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen con su poder. Pero entre vosotros no ha de ser así” (Mc 10, 42). Jesús desacredita al sistema.
Más aún, a la clase dirigente del sistema les dice: “Serpientes, raza de víboras, sepulcros blanqueados” (Mt 23, 1-23). Y al rey le llama zorra (Lc 13, 32).

Jesús se atreve a quebrantar la Ley. Proclama que ésta está en función de la vida del pueblo y no al revés. “La ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley” (Mc 2,26). Más aún, afirma que saciar el hambre de los hambrientos está por encima de la observancia de la ley (Lc 6, 1-4).

A la clase religiosa del sistema les dice que el dios oficial del Templo no es su Dios. Por eso la jerarquía religiosa lo condena como blasfemo (Lc 19,47). “Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban la manera cómo detener a Jesús y darle muerte” (Mc 14,1-2).

La actitud valiente y sincera de Jesús irritó a los hombres del sistema. El poder económico, político y religioso se puso de acuerdo para eliminar a Jesús. Era un estorbo y un peligro para el sistema.

Es por eso que, como seguidor de Jesús y ante esta realidad que vivimos en España y en el mundo, me declaro antisistema capitalista neoliberal. Y me uno a los que sueñan y luchan por otro sistema socio-económico fundado en la justicia y en la ética. Es necesaria y urgente una revolución ética, una revolución de la conciencia, que siente las bases de otro mundo posible.

Es indignante cómo los que manejan este “sistema” están deshumanizando el mundo y destruyendo nuestro medio ambiente. Han sustituido los valores éticos y morales por los intereses económico-financieros. Han desmontando descaradamente el “estado de bienestar” que los trabajadores, desde finales del siglo XIX, han conquistado con sus luchas.

Soy antisistema porque los políticos han traspasado las funciones del estado a manos de especuladores, con el pretexto del “libre mercado”. Con la excusa de la crisis, causada por la sed insaciable de los especuladores del “libre mercado”, se castiga al pueblo recortando sus derechos.

Soy antisistema porque se ha llegado a valorar más el capital que el trabajo. En este sistema el trabajador es deshumanizado y convertido en una pieza de la producción al servicio del capital. Y porque el sistema privatiza las ganancias, pero socializa las pérdidas.

Soy antisistema porque sabiendo quiénes han causado la crisis, no se les castiga ni se les depone de sus puestos, sino que se les exime de responsabilidades. Y porque para cubrir el déficit financiero, los gobiernos sacan fondos de los presupuestos del estado en perjuicio de los gastos sociales.

Soy antisistema porque nuestros gobiernos, tanto estatal como autonómicos, se han sometido vilmente a los dictados del “mercado”, y de los especuladores del “sistema”, amparados bajo el FMI, el Banco Mundial, la OMC o el Banco Central Europeo.

Soy antisistema porque se favorece la libre movilización de capitales y de mercancías, pero no de las personas. Cada vez más se limita, controla y persigue, e incluso se criminaliza, la inmigración, desconociendo que toda persona tiene derecho a movilizarse por cualquier lugar del mundo (Declaración Universal DDHH. Art. 13).

Soy antisistema porque se ha sacralizado la propiedad privada sin límite, como un derecho absoluto, desconociendo las exigencias éticas del bien común y las necesidades de las mayorías empobrecidas. El sistema busca privatizar no sólo los medios de producción sino también los servicios sociales: salud, educación, transporte, vivienda, seguridad…

Soy antisistema porque mientras nuestros gobernantes nos exigen cada vez más renuncias y pérdidas de bienestar, la clase política se afianza en sus privilegios. Y porque ha limitado la participación democrática de los ciudadanos al simple acto de votar cada cuatro años. Y con eso nos dicen que ya hay democracia. El voto favorece a los partidos mayoritarios, en perjuicio de otras opciones, provocando un bipartidismo no representativo de la sociedad española.

Soy antisistema porque muchos de nuestros gobernantes se aferran a sus puestos, que no quieren abandonar, a pesar de haber sido corruptos, y tratan de utilizar el voto democrático para justificar sus actividades especulativas. Se han autoadjudicado un estatus de privilegios: jubilaciones suculentas, dobles sueldos, exenciones tributarias...

Soy antisistema porque el afán de acumulación de riqueza que impulsa el sistema lo ciega para no ver las consecuencias: aumento de la pobreza y el hambre en el país y en el mundo y las alteraciones ambientales, como es el calentamiento global del planeta y el cambio climático.

Soy antisistema porque las grandes corporaciones y compañías transnacionales del sistema caen como aves de rapiña sobre los países del Sur (África, América Latina…) para explotar y saquear sus recursos naturales. El sistema se enriquece a costa de los países del Sur, arrinconándolos en la miseria.

Soy antisistema porque nos han metido en una espiral consumista cada vez más férrea, cuyas consecuencias humanas son la configuración de personas que viven para tener, no para ser, alienadas y esclavas del sistema, con pensamientos y prácticas egoístas y hedonistas. Soy antisistema porque el consumismo genera una gigantesca acumulación de deshechos (aceites, plásticos, latas, gases tóxicos…) que contamina la tierra, los ríos, los mares y el aire, produciendo efectos irreversibles, convirtiendo la tierra en un gran basurero con imprevisibles consecuencias.
Soy antisistema porque amo la paz, detesto la carrera armamentista y el uso de la violencia como medio de resolución de conflictos. Abogo por un mundo sin guerras, sin ejércitos y sin armas.

Pienso que un verdadero cristiano, en fidelidad al Evangelio de Jesús, ante un sistema injusto y cruel como el que hoy domina el mundo, deberá ser crítico, “antisistema”, y soñador, siempre, de otro sistema que esté organizado en base a la justicia, la libertad, la democracia participativa, el diálogo intercultural, la paz, la solidaridad y el respeto sagrado a la naturaleza.

En apoyo de "Indignados"

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Comités Óscar Romero de Solidaridad con América Latina del Estado Español
Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina (SICSAL) de Europa

Los Comités Óscar Romero de Solidaridad con América Latina del Estado Español y el Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos América Latina (SICSAL) de Europa vemos con gran esperanza las movilizaciones de los jóvenes, y no tan jóvenes, en un movimiento lleno de vida, Democracia Real Ya, que quiere decir basta a tanta corrupción, tanto recorte social, tanta desregulación laboral, tanta injusticia, tanto robo, tanta hambre y tanta muerte, institucionalizados en un sistema perverso, impuesto al mundo entero, por poderes oscuros que controlan y marcan el rumbo de los gobiernos, formado por el sistema financiero, el fondo monetario internacional, el banco mundial, el banco central europeo y políticos vasallos que siguen sus consignas.

Condenamos la represión contra los acampados en la Plaza de Cataluña de Barcelona por parte de las fuerzas policiales y apoyamos a todos los jóvenes acampados en las distintas ciudades españolas.

Nosotros, Comités de Solidaridad con América Latina y SICSAL, hemos resistido a la implantación de esta tiranía de los mercados y de la deuda externa en todos los países latinoamericanos. Ya han pagado seis y siete veces la deuda que contrajeron y deben todavía más de lo que recibieron. Han privatizado todos sus bienes, han disminuido drásticamente los gastos de la canasta básica, sanidad, educación y gastos sociales en general. Y todavía han de destinar un porcentaje muy alto de sus ingresos para ir pagando los intereses de esa «deuda externa, o deuda eterna». Esta tiranía del mercado consiste en que los estados están obligados a someterse a los intereses del gran capital, privatizando las ganancias y socializando las pérdidas en las crisis que el mismo mercado produce.

Nosotros, ya conocemos el sistema, porque lo hemos sufrido en América Latina. Ahora están intentando implantarlo en Europa, empezando por los países más débiles: Grecia, Irlanda, Portugal, España; y con los mismos métodos: paso de la deuda privada de los bancos a los Estados, préstamos a éstos, cobro de intereses, rescate, nuevos préstamos, nueva deuda... Recortes en el sistema social, privatizaciones de lo público. Así las naciones destinan del diez al treinta por ciento de sus ingresos para pagar a los bancos internacionales. Esta es la tiranía del mercado, un fascismo económico.

Por eso nos llena de alegría y de esperanza ver a estos jóvenes indignados gritando basta y exigiendo justicia, racionalidad y humanidad. Gritamos con ellos «Manos arriba, esto es un rescate». Y nos alegra que uno de sus eslóganes sea el que empleamos en América Latina y confiamos en que desde la protesta del mal llamado primer mundo, se haga realidad: otro mundo es posible.

Multinacionales que quieren prolongar la guerra en el Congo

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Zenit, agencia de noticias del Vaticano, dijo hace poco que “la crisis humanitaria más olvidada en nuestro planeta es la del Congo” De vez en cuando en los medios asoma la tragedia pues ya no hay modo de ocultarla. Pero lo que se dice de ella es todavía irrisorio e insultante en comparación con la magnitud de la barbarie y el genocidio. Y no hay llanto, ni pedir perdón, ni propósito de enmienda.
En esta Carta a las Iglesias de vez en cuando decimos una palabra sobre el Congo. Es un muy pequeño grano de arena.

Ahora, aunque no sea más que por pudor, volvemos a recordar a ese inmenso “pueblo crucificado”. Presentaremos, resumidamente, tres textos que han llegado a nuestras manos estos días. Terminaremos con una breve reflexión.

1. “Quieren prolongar la guerra en el Congo”

En Periodista Digital del 27 de noviembre el jesuita Ferdinand Muhigirwa acusa a la comunidad internacional de querer prolongar la guerra en el Congo. “Si la comunidad internacional lo quisiera realmente, la guerra en la República Democrática del Congo terminaría en pocos días”.

Y da la razón. “Está claro que la raíz del conflicto son los minerales, de los que se benefician las empresas mineras y los países extranjeros, pero no la población autóctona que se ve obligada a vivir con menos de un dólar al día”. Los organismos supranacionales, como la Unión Europea, prefieren que la contienda se mantenga y ”se prolongue en el tiempo de forma interminable”.

El genocidio, por causa de la guerra y la pobreza, es claro. “Es terrible que en un país tan extremadamente rico la población viva abocada a tales niveles de pobreza”. Y crece la deshumanización.

En El Salvador lo entendemos bien. Desde hace décadas se produce el abandono progresivo de la agricultura: “la gente no quiere seguir trabajando en los sectores tradicionales porque prefiere enriquecerse en las minas” Y sufren los niños: “Las familias permiten a sus hijos abandonar el colegio desde edades muy tempranas para excavar. Creen que así se van a hacer ricos, cuando después la mayoría no consigue más de 50 dólares al mes”.

Son palabras mayores.
1. la guerra en el Congo es un genocidio que ha producido 5 millones de muertos en 15 años.
2. El genocidio puede ser detenido, pero la comunidad internacional, las democracias del Norte, no quieren detenerlo.
3. El Congo es un pueblo activamente crucificado.

2. “El teléfono celular: ataúd del Congo”

En lenguaje periodístico Cristóbal Saura explicaba en El portal del medio ambiente, el 6 junio de 2007, por qué ocurre el genocidio y por qué se oculta.

El genocidio.

En las montañas orientales del Congo hay coltán y niobio, además de oro, diamantes, cobre y estaño. El coltán, abreviatura de colombio-tantalio, está en suelos de una antigüedad de tres mil millones de años. Se usa con el niobio para fabricar los condensadores para manejar el flujo eléctrico de los teléfonos celulares. Cobalto y uranio son elementos esenciales para las industrias nuclear, química, aeroespacial y de armas de guerra. Alrededor del 80% de las reservas mundiales de coltán están en el Congo.

Por el control de estos minerales escasos hay una guerra tremenda. Los poderes multinacionales quieren controlar la minería de la región. Conclusión: “el motivo del genocidio son estos minerales que buscan las corporaciones” y además están destruyendo la segunda área verde del planeta después del también amenazado Amazona.

Un poco de historia.

En 1996 Estados Unidos patrocinó una invasión de fuerzas militares de las vecinas Rwanda y Uganda. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército rwandés comenzó a ganar más de 20 millones de dólares por mes con la minería del coltán. Hay cientos de informes que denuncian abusos de los derechos humanos en esa región minera.

Las empresas con capacidad tecnológica convierten el coltán en el codiciado tantalio en polvo y lo venden a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros fabricantes que lo usan en teléfonos celulares y otros aparatos de tecnología “de punta”.

Keith Harmon Snow dice que para analizar la geopolítica del Congo y las razones de una guerra casi inacabable desde 1996, hay que comprender el crimen organizado por negocios multinacionales.

La guerra del Congo se planificó con las inversiones de corporaciones multinacionales de Estados Unidos, Alemania, China y Japón en la región. Y está apoyada por las más poderosas corporaciones, la Cabot Corporation y al OM Group, de Estados Unidos; la HC Starck de Alemania; y Nigncxia, de China.

Redes criminales, preparadas y mantenidas por esas multinacionales, practican la extorsión, soborno, violación y matanzas. Y obtienen beneficios sin precedentes con la minería del Congo. Hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC. Sin embargo, casi nunca aparecen estas compañías en los informes sobre derechos humanos.

Personajes relacionados con el negocio del coltán han estado muy cercanos al gobierno de Estados Unidos. Sam Bodman fue llamado por el Presidente Bush en 2004 para ser Secretario de Energía. Nicole Seligman fue consejera legal de Bill Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton pasaron a altos cargos en Sony Corporation.

En el negocio participan distribuidores norteamericanos de armas, como Simax, y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas “proveedores de Defensa”, Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel. Incluso organizaciones pseudo humanitarias como CARE, el Comité de Rescate Internacional; “Conservation”, empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación como The New York Times.

Se han hecho grandes fortunas, vendiendo electrónica de alta tecnología para que la disfruten los norteamericanos y europeos, los japoneses y los “nuevos ricos” de América Latina, China y la India.

El encubrimiento.

El 5 de junio de 2006, se leía en la portada de la revista Time: “Congo: El Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo”. Es cierto que el artículo mencionaba brevemente el coltán y su uso en los teléfonos celulares y en otros aparatos electrónicos. La guerra era una tragedia horrible, pero nada decía de las actividades de las corporaciones y los gobiernos extranjeros, para, a través de la guerra, apoderarse del coltán. Ni tampoco, de quiénes obtienen de esta guerra resultados financieros y políticos.

Johann Hari en The Hamilton Spectator, el 13 de mayo de 2006, sí analizó el origen de esta y otras guerras en África. “El único cambio a través de las décadas ha sido qué recursos naturales se buscan para consumo occidental: caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y ahora coltán y casiterita”. Lo más cruel es que los medios no dicen nada de que estos conflictos han llevado a la población africana a una vida inhumana.

3. “Cada kilo de coltán cuesta la vida a dos niños”

Lo dice Alberto Vázquez Figueroa en el ABC del 12 de noviembre de este año. Cuenta el impacto de la guerra del coltán en los niños. Reproducimos sus reflexiones, formuladas con palabras de las preguntas y de sus respuestas.

“Los niños, de entre siete y diez años, son grandes víctimas de la lucha por el coltán. Son terriblemente explotados, y se les “paga” 25 centavos de euro al día. ¿Estamos ante la esclavitud del siglo XXI? El coltán lo extraen niños porque se encuentra en yacimientos a muy baja profundidad, y con sus pequeños cuerpos son los que caben mejor por los recovecos.

Muchos de estos niños mueren víctimas de horribles desprendimientos de tierra. Y se quedan ahí enterrados. Lo que no han querido las empresas que fabrican aparatos con coltán es que eso se supiera. Yo he vivido dos décadas en África y algo había oído. Hay fotos de esa barbaridad: niños semiesclavos respirando polvo mientras llueve a mares o se los lleva la riada. Eso es un infierno. Han llegado cientos de miles de refugiados y aquello es un desastre.

Yo me pregunto: ¿cómo en el siglo XXI toda nuestra tecnología depende de que haya un niño dando martillazos a una piedra y a un pedazo de tierra que se le viene encima? ¡Esto es de locos! Todos recordamos a tutsis y hutus matándose a machetazos, no olvidamos las iglesias quemadas con toda la gente dentro, ni a los niños perseguidos, con los brazos y narices cercenados. 700,000 desplazados y ya casi cinco millones de muertos ¡por el maldito coltán y para que nosotros tengamos una vida más cómoda!

No paramos la guerra porque las grandes empresas y gobiernos no quieren que se pare. Si se paraliza la guerra no se hace negocio con el coltán. Se quedaría en el Congo. Quien controle el coltán controlará nuestra vida”.

Reflexiones desde El Salvador

1. No es posible leer textos como éstos sin sentirse mal, pero alguno podrá preguntarse por qué fijarnos en el Congo cuando en El Salvador también vivimos en medio de gravísimos problemas. Y además, poco podemos hacer. La respuesta es: “por pudor”. No se puede ser humano, ni en El Salvador ni en Roma, si no hacemos hoy central el dolor del Congo.

Y también por un mínimo de honradez. En los peores años de represión contra el pueblo salvadoreño, se levantaron voces en Estados Unidos y en Europa para dar a conocer nuestra tragedia y ofrecernos solidaridad. Poco podemos hacer desde aquí, pero al menos difundamos lo que está pasando en el Congo.

2. Por lo que toca a la UCA, ahora que recordamos a nuestros mártires jesuitas sería irresponsable no recordar a los jesuitas del Congo y sus mártires. Un jesuita, Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, fue asesinado en 1996 por defender a cientos de miles de refugiados. Lo llaman “el san Romero de África”.

Ahora recibimos este mensaje de Ferdinand Muhigirwa, jesuita congoleño, director del Centro de Estudios para la Acción Social que clama desde Kinshasa. Nos recuerda las palabras de nuestros mártires. Y nos sentimos hermanos. Y nos acordamos también del Padre Arrupe, cuando nos exigió a todos “la lucha por la justicia”, pagando el precio necesario. 49 jesuitas han sido asesinados desde entonces en el tercer mundo. Y el mismo Padre Arrupe sufrió fuerte persecución al interior de la Iglesia.

3. La realidad del Congo desenmascara la falsedad del “mundo de abundancia, civilizado y democrático”, lo acusa y lo juzga. Casaldáliga escribe: “África ha sido llamada el calabozo del mundo, una Shoá continental”.

Nuestro amigo Luis de Sebastián ha escrito un impresionante libro con el título: “África, pecado de Europa”. Bueno y necesario es recurrir al lenguaje religioso de “pecado”. No es políticamente correcto, pero el lenguaje civil, correcto y democrático, no ha descubierto una palabra equivalente. En teología, “pecado” es “lo que da muerte”. Dio muerte al hijo de Dios y sigue dando muerte a millones de hijos e hijas suyas.

4. Por coincidencia, escribimos estas páginas en el tercer aniversario de la muerte del Padre Jon Cortina.

En el salmo hemos rezado: “En el consejo de los dioses se levanta Dios y los acusa: “¿hasta cuándo juzgarán inicuamente? Juzguen a favor del débil y del huérfano; hagan justicia al humilde y al indigente; liberen al débil y al pobre y arránquenlos de las manos de los impíos”.

Es el juicio de Dios ante la guerra de El Congo contra los dioses, imperios, transnacionales, medios de comunicación.

5. Y permítanme una reflexión personal. Yo me enteré que había una guerra en el Congo hace unos diez años. No sabía lo que era el coltán, ni para qué servía. Y menos sabía de los criminales manejos de occidente para conseguirlo.

De todo ello no me enteré ni en la UCA, ni en mis visitas a Estados Unidos y Europa. Me lo contaron sencillas religiosas que vivieron las tragedias de Ruanda y Burundi, y trabajaron en los campos de refugiados de Bukavu, el Congo. Me abrieron los ojos.

Y les he visto trabajar en comités de solidaridad en toda España, con suma sencillez, con medios muy limitados, pero con gran lucidez y amor. Publican Umoya, revista sobre la realidad actual de África. Siguen adelante. Y son las que más saben de África.

Me recuerdan las palabras que le escuché a Joe Moackley, congresista por Massachussets, cuando venía a defender a los campesinos salvadoreños de la represión del ejército gubernamental: “cuando tengo que votar en el Congreso sobre nuestra política en algún país del tercer mundo, para informarme no me pongo en contacto con nuestras embajadas, sino con religiosas que trabajen allí. Son las que más saben”.

6. Con el coltán se hacen misiles, teléfonos celulares y hasta juguetes. Cuando los usemos recordemos a los 5 millones que han muerto en esta guerra, y recordemos a gentes como Ferdinand Muhigirwa, que nos mantiene en la verdad y en el amor.

7. A las personas a las que he visto mantener la esperanza para el Congo son las religiosas que han estado allá. No son ingenuas, pero con cariño y admiración recuerdan la bondad que han visto.