La ocupación estadounidense de Iraq, el crimen más flagrante de la historia moderna

Iman A. Jamas

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

El todavía en curso crimen estadounidense de invadir y ocupar Iraq desde 2003 ha sido la agresión más infame y exhaustiva política y militarmente de la historia moderna, que se mofó tanto de todos los códigos morales de la humanidad como del derecho internacional. A pesar de que el mundo entero, incluyendo el propio gobierno estadounidense, era completamente consciente de que eran falsos todos los pretextos para invadir Iraq (sus armas de destrucción masiva, su vinculación con el terrorismo o su liberación) y a pesar de que la comunidad internacional se oponía a esta agresión, el gobierno Bush ignoró todo esto y a todo el mundo, e invadió una de las civilizaciones más antiguas del mundo, Iraq, con 6.000 años de historia, la cuna de las civilizaciones, lugar donde se escribió la primera carta, donde se estableció la primera ley, donde se construyó la primera universidad, donde se utilizó la primera moneda, donde se creó el primer sistema de irrigación, donde se escribió el primer poema…

Lo que las autoridades de ocupación y sus agentes iraquíes ha hecho durante estos últimos cinco años de control de Iraq y lo que continúan haciendo todavía hoy es incluso más flagrante. Iraq fue sometido a una destrucción sistemática. Han desmantelado el Estado, han abolido las instituciones, han destruido los sistemas educativo, sanitario, económico, de seguridad y de infraestructura; incluso han destruido completamente el tejido social y cultural. Hasta el momento han muerto un millón trescientos mil civiles iraquíes, más de cinco millones se han refugiado fuera de Iraq o son desplazados internos (de ellos, un millón y medio son niños), dos millones son huérfanos y más aún viudas, cientos de miles (incluyendo 10.000 mujeres) están prisioneros y expuestos a los peores tipos de tortura y de humillación, y carecen de todo tipo de procedimiento legal …

El 70% de los iraquíes no tiene acceso a un suministro de agua saludable. El suministro de electricidad está por debajo de los niveles previos a la invasión. El 43% de la población vive con menos de medio dólar al día. El nivel de vida en Iraq empeora a diario a pesar de los contratos de más de 20.000 dólares pagados a compañías para reconstruir Iraq y tragados por la corrupción del gobierno. Iraq es ahora el tercer país más corrupto del mundo. Según datos del gobierno, la cifra de paro se sitúa entre un 60% y un 70%. La desnutrición infantil ha aumentado de un 19% durante el llamado “periodo de sanciones económicas” antes de la invasión al 28% actual. Según Naciones Unidas, 8 millones de iraquíes necesitan ayuda de emergencia.

Pero la peor de todas estas penalidades es el siniestro futuro que espera a Iraq. La vieja estrategia colonial de dividir y gobernar es totalmente responsable de las divisiones sectarias y cuanto más tiempo permanezcan en Iraq los ejércitos de ocupación, mayor es la posibilidad de una guerra civil y de que el país se divida. La ocupación creó los diferentes cuerpos oficiales de seguridad a partir de las milicias sectarias y, por lo tanto, les dio autoridad o para matar o para apoyar y ayudar a quienes mataban, secuestraban, desplazaban debido a criterios sectarios. Por otro lado, aparte de los 170.000 soldados pertenecientes al ejército estadounidense, en Iraq hay 180.000 mercenarios que en nombre del conflicto sectario están cometiendo todo tipo de asesinatos y atentados en zonas civiles.

El gobierno estadounidense está trabajando con sus agentes iraquíes en el gobierno iraquí para firmar un tratado a largo plazo que controlará Iraq política, económica (incluyendo el petróleo) y militarmente durante las próximas décadas. No hay ni que decir que este tratado es ilegal ya que las dos partes firmantes son ilegales: el Estado ocupante (que en tanto que ocupante no tiene derecho a firmarlo) y el gobierno iraquí, que fue creado bajo la ocupación y por la ocupación, y que, además, según informes internacionales, es el tercer gobierno más corrupto del mundo.

La única manera de detener estos crímenes, de hacer responsable de ellos a Estados Unidos y a otros criminales, y de empezar la verdadera reconstrucción de Iraq es apoyar al pueblo iraquí en su resistencia a la ocupación, movilizar a la comunidad internacional contra ella y acabar con el silencio e indiferencia del mundo ante el primer genocidio del siglo XXI.

*Iman A. Jamas es una escritora iraquí, autora del libro Crónicas de Iraq, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006. Fue directora del Centro del Observatorio de la Ocupación, en Bagdad, que desde pocos meses después de la invasión anglo-estadounidense se dedicó a documentar los efectos de la ocupación y a recoger testimonios que aportan en sus informes.

Cinco mil años de cultura robados a Bagdad

Malcom Lagauche
Uruknet
Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Cuando vi las primeras fotos de Bagdad bombardeado durante la fase de “conmoción y pavor” del ataque ilegal a Iraq de 2003, me entristecí. Durante milenios la ciudad ha soportado guerras, ocupaciones, saqueos, desastres naturales y liberaciones. Esta vez, sin embargo, era diferente. Yo sabía que Bagdad iba a cambiar de una manera infame que costaría décadas de recuperación para volver a ser la ciudad que un día fue.

Bagdad es la ciudad en la que el género humano desarrolló el comercio hace miles de años. La ciudad ofreció un sistema monetario mucho antes que otras culturas.

La ciencia floreció en Bagdad hace 5.000 años. Por ejemplo, los arqueólogos han descubierto planisferios de aquella época que muestran Júpiter con cuatro lunas. Ningún ser humano tiene la suficiente agudeza visual como para ver las lunas de Júpiter sin un telescopio. Los científicos de entonces inventaron el telescopio, reinventado por Galileo más de cuatro mil años después.

Los arqueólogos también han descubierto el uso de la electricidad en Bagdad hace 5.000 años. Los objetos generaban electricidad para usarla en monedas chapadas de oro. Los chinos de aquella época también usaban formas rudimentarias de electricidad. ¡Y después hablan de Benjamin Franklin!

Las artes y los deportes florecieron en el Bagdad antiguo. De hecho, el artefacto más antiguo que describe la lucha se fue descubierto en 1938 en Kayafaje, cerca de Bagdad, por un equipo de la Universidad de Pennsylvania. Los arqueólogos concluyeron que la estatuilla de bronce fundido fue creada por la cultura sumeria de la época y se le ha atribuido una antigüedad de más de 5.000 años. Muchas personas creen que fueron los griegos antiguos quienes desarrollaron la lucha, pero este descubrimiento demuestra que ya era popular en Iraq miles de años antes de que los griegos participaran en este deporte.

Durante la Alta Edad Media de Europa, en la que todo pensamiento científico se eliminó durante siglos, Bagdad siguió sobresaliendo en ciencia e ingeniería. Cuando finalmente acabo la Alta Edad Media y Europa volvió a ejercer la ciencia, miró hacia Bagdad.

Reinos, regímenes autoritarios y repúblicas se fueron sucediendo en Bagdad, pero ésta seguía siendo la joya de las ciudades árabes. Irán bombardeó Bagdad durante la guerra irano-iraquí que duró ocho años y, sin embargo, Bagdad se recuperó. En 1991 la ciudad fue bombardeada constantemente por el ejército estadounidense, la infraestructura quedó destruida y todo ello fue reparado a las pocas semanas del cese de las hostilidades. Trece años de embargo entre 1990 y 2003 provocaron el deterioro de muchos de los edificios e instalaciones de Bagdad que, a pesar de todo, era la joya de las ciudades árabes. A pesar de las sanciones, los turistas acudían a Bagdad y la ciudad acogió varias ferias internacionales. Estaba un tanto hecha jirones, pero seguía siendo Bagdad.

Miles de años de prestigio se detuvieron en abril de 2003. Cuando el ejército estadounidense entró en Bagdad, entraron en un ciudad que había sido previamente atacada y bombardeada sin piedad. Sin embargo, lo que cambió y degradó la ciudad para siempre fue la entrada de las tropas en ella.

A la pocas semanas se erigieron muros de hormigón para proteger a los invasores. Hoy están por todo Bagdad y hacen que en comparación el Muro de Berlín parezca nimio. Estos muros separan familias, barrios, negocios y amigos.

Abundan los vehículos del ejército estadounidense. Son frecuentes los checkpoints con los que se tropiezan los ciudadanos iraquíes y en cada uno de cuales pasan horas.

Nunca, bajo ningún dirigente iraquí Bagdad había sufrido la actual violencia cotidiana que hay en la ciudad. El secuestro es hoy una industria fundamental. Los secuestradores han establecido una tabla de precios: de dos cientos dólares por una persona secuestrada perteneciente a una familia pobre a unos pocos de miles para una de la clase media o alta. El secuestro no existía bajo los regímenes previos que hubo en Bagdad.

La ciudad está abarrotada de agujeros y de escombros procedentes de las confrontaciones militares. La resistencia iraquí es responsable de una pequeña parte del daño, pero la abrumadora mayor parte de la destrucción procede del ejército estadounidense que en su lucha contra los combatientes por la libertad utiliza de manera absolutamente desproporcionada un armamento moderno y pesado.

Los altos cargos estadounidenses lo mismo que los cargos-títere iraquíes nombrados por ellos no pueden abandonar los complejos rodeados de altos muros por temor a morir. Ninguno de ellos pasaría ni un minuto en las calles de Bagdad. Viven en otro mundo.

Soy incapaz de imaginar una ciudad occidental, como Londres, París o Nueva York, que tuviera que vivir en estas condiciones después de años de notoriedad como metrópoli cultual de vanguardia. Soy incapaz de imaginar un enemigo con tan poco respeto por la cultura como para permitir que esto ocurra. Ni siquiera en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial ocurrió algo comparable a la muerte de Bagdad. Los soldados alemanes y los habitantes de Paría coexistían, si bien es cierto que no en términos amistosos. Los alemanes no pensaron en arrasar la ciudad o en acordonarla en diferentes zonas segregadas. Puede que estuviera ocupada por una fuerza extranjera, pero seguía siendo París.

Bagdad es hoy un caso perdido. Me he escrito o he hablado con varios residentes en Bagdad, en el pasado y ahora, para saber lo que piensan. Algunos son baathistas impenitentes, otros se opusieron al régimen de Sadam Husein y otros eran neutrales, seguían con su vida y consideraban que cualquier gobierno que estuviera en el poder era la entidad dirigente.

Sin embargo, todos ellos coinciden en un aspecto, la pérdida de la ciudad de Bagdad. Todos coinciden en que era diferente. Todos coinciden en que lo que esta vez ha quedado arruinado es la mentalidad de Bagdad y no sólo sus edificios y servicios públicos. Había la sombría sensación de nunca antes había sucedido algo semejante.

Los niños mueren en el fuego cruzado. Los civiles mueren a causa de soldados estadounidenses que disparan a la menor provocación. Nadie está seguro y ahora el público se muestra habituado en cierto modo a la situación. Muchas personas andan por zonas peligrosas sin pensar en el peligro. Asumen que si mueren, que así sea. No tienen nada que decir al respecto.

Hay pocas razones para ser feliz hoy en Bagdad. Los ciudadanos se han acostumbrado a tener poca o nada de electricidad. Se han acostumbrado a enterarse de que uno o varios miembros de una familia vecina han sido asesinados por los tiros de los soldados estadounidenses cuando iban por la calle o estaban sentados en una azotea. Se han acostumbrado a la miseria que nunca formó parte de Bagdad. Se han acostumbrado al cada vez mayor problema del consumo de drogas duras en Bagdad. Se han acostumbrado a las omnipresentes barreras de hormigón en su ciudad. No aceptan estas cosas, pero se han acostumbrado a ellas porque no pueden hacer nada para detener la podredumbre.

Resulta triste que haya una cosa que provoca felicidad y alegría a los residentes de Bagdad: la muerte o mutilación de soldados estadounidenses. Se ha convertido a seres humanos decentes en criaturas sedientas de sangre que bailan de júbilo ante cuerpos de soldados y vehículos estadounidenses quemados. Son las mismas personas que antes de marzo de 2003 se habrían horrorizado al ver lo que están haciendo ahora. Son personas que antes era ciudadanos respetuosos de la ley y trabajadores. Hoy la mayoría de ellos son personas sin trabajo y carentes totalmente de esperanza. Un ataque a los soldados estadounidenses es todo lo que esperan de la vida. Al ver la mirada de alegría en sus ojos se podría pensar que acaban de ganar la Copa del Mundo, o que acaban de conceder el Premio Nobel de la Paz a un iraquí, o que un iraquí acaba de hallar un remedio para el cáncer. Estas muestras públicas de alegría no son indicios de ningún acontecimiento positivo al que unos seres humanos rinden homenaje. Se deben a la destrucción de otros seres humanos.

Hoy Bagdad llora. Ha sido derrotada. Ha sido destruida por las verdaderas fuerzas del mal de este mundo, la intolerancia, la xenofobia, el etnocentrismo, la codicia y el engaño, que no son aquellas entidades que el presidente estadounidense considera el mal. Con facilidad y con mucha frecuencia Bush suelta la palabra “mal”, pero él tiene el puesto número uno mundial en la práctica del mal. Nadie se le acerca a este puesto.

Parar la rueda bloqueando sus radios

Pedro Casaldáliga
Circular 2008

Estaba pensando la circular de 2008, cuando me invade, como un río bíblico de leche y miel, una auténtica inundación de mensajes de solidaridad y cariño por ocasión de mis 80 años. No pudiendo responder a cada uno y a cada una en particular, incluso porque el hermano Parkinson tiene sus caprichos, les pido que reciban esta circular como un abrazo personal, entrañable, de gratitud y de comunión renovadas.

Estoy leyendo una biografía de Dietrich Bonhoeffer, titulada, muy significativamente, Tendríamos que haber gritado. Bonhoeffer, teólogo y pastor luterano, profeta y mártir, fue asesinado por el nazismo, el 9 de abril de 1945, en el campo de concentración de Flossenbürg. Él denunciaba la «Gracia barata» a la que reducimos muchas veces nuestra fe cristiana. Advertía también que «quien no haya gritado contra el nazismo no tiene derecho a cantar gregoriano». Y llegaba finalmente, ya en vísperas de su martirio, a esta conclusión militante: «Hay que parar la rueda bloqueando sus radios». No bastaba entonces con socorrer puntualmente a las víctimas trituradas por el sistema nazi, que para Bonhoeffer era la rueda; y no nos pueden bastar hoy el asistencialismo y las reformas-parche frente a esa rueda que para nosotros es el capitalismo neoliberal con sus radios del mercado total, del lucro omnímodo, de la macro-dictadura económica y cultural, de los terrorismos de estado, del armamentismo de nuevo creciente, del fundamentalismo religioso, de la devastación ecocida de la tierra, del agua, de la floresta y del aire.

No podemos quedarnos estupefactos delante de la iniquidad estructurada, aceptando como fatalidad la desigualdad injusta entre personas y pueblos, la existencia de un Primer Mundo que lo tiene todo y un Tercer Mundo que muere de inanición. Las estadísticas se multiplican y vamos conociendo más números dramáticos, más situaciones infrahumanas. Jean Ziegler, relator de Naciones Unidas para la Alimentación, afirma, cargado de experiencia, que «el orden mundial es asesino, puesto que hoy el hambre ya no es una fatalidad». Y afirma también que «destinar millones de hectáreas para la producción de biocarburantes es un crimen contra la humanidad»; el biocombustible no puede ser un festival de lucros irresponsables. La ONU viene alertando que el calentamiento global del planeta avanza más rápido de lo que se pensaba y, a menos que se adopten medidas urgentes, provocará la desaparición del 30% de las especies animales y vegetales, millones de personas se verán privadas de agua y proliferarán las sequías, los incendios, las inundaciones. Uno se pregunta angustiado quién va a adoptar esas “medidas urgentes”.

El gran capital agrícola, con el agronegocio y el hidronegocio cada vez más, avanza sobre el campo, concentrando tierra y renta, expulsando a las familias campesinas y lanzándolas errantes, sin tierra, acampadas, engrosando las periferias violentas de las ciudades. Dom Edwin Kräutler, obispo de Xingú y presidente del CIMI, denuncia que el «desarrollo en la Amazonia se tornó sinónimo de deforestar, quemar, arrasar, matar». Según Roberto Smeraldi, de Amigos de la Tierra, las políticas contradictorias del Banco Mundial por un lado «prometen salvar los árboles» y por otro lado «ayudan a derribar la Amazonia».

Pero la Utopía continúa. Como diría Bloch, somos «criaturas esperanzadas» (y esperanzadoras). La esperanza sigue, como una sed y como un manantial. «Contra toda esperanza esperamos». De esperanza habla, precisamente, la reciente encíclica de Benedicto XVI. (Lástima que el Papa, en esta encíclica, no cite ni una sola vez el Concilio Vaticano II que nos dio la Constitución Pastoral Gaudium et Spes –Alegría y Esperanza-. Dicho sea de paso, el Concilio Vaticano II continúa amado, acusado, silenciado, preterido… ¿A quién le da miedo el Vaticano II?). Frente al descrédito de la política, en casi todo el mundo, nuestra Agenda Latinoamericana 2008 apuesta por una nueva política; hasta «pedimos, soñando alto, que la política sea un ejercicio de amor». Un amor muy realista, militante, que subvierta estructuras e instituciones reaccionarias, construidas con el hambre y la sangre de las mayorías pobres, al servicio del condominio mundial de una minoría plutócrata.

Por su parte las entidades y los proyectos alternativos reaccionan intentando crear conciencia, provocar una santa rebeldía. El FSM 2009 se va a celebrar, precisamente, en la Amazonia brasileña y tendrá la Amazonia como uno de los temas centrales. Y el XII Encuentro Intereclesial de las CEBs, en 2009, se celebrará también en la Amazonia, en Porto Velho, Rondônia. Nuestra militancia política y nuestra pastoral liberadora deben asumir cada vez más estos desafíos mayores, que amenazan nuestro Planeta. «Escogemos, pues, la vida» como reza el lema de la Campaña de la Fraternidad 2008. El apóstol Pablo, desde su Carta a los Romanos, nos recuerda que «toda la Creación gime y está con dolores de parto» (Rom 8,22). Los gritos de muerte se cruzan con los gritos de vida, en ese parto universal.

Es tiempo de paradigmas. Hoy creo que se deben citar como paradigmas mayores y más urgentes, los derechos humanos básicos, la ecología, el diálogo intercultural e interreligioso y la convivencia plural entre personas y pueblos. Estos cuatro paradigmas nos afectan a todos, porque salen al encuentro de las convulsiones, objetivos y programas que está viviendo la Humanidad maltratada, pero siempre esperanzada aún.

Con tropiezos y ambigüedades Nuestra América se mueve hacia la izquierda; «nuevos vientos soplan en el Continente»; estamos pasando «de la resistencia a la ofensiva». Los pueblos indígenas de Abya Yala han saludado alborozados la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que afecta a más de 370 millones de personas en unos 70 países del Mundo. Y reivindicarán su puesta en práctica.

Nuestra Iglesia de América Latina y del Caribe, en Aparecida, si no fue el Pentecostés que queríamos soñar, fue una honda experiencia de encuentro entre los obispos y el pueblo; y confirmó los trazos más característicos de la Iglesia de la Liberación: el seguimiento de Jesús, la Biblia en la vida, la opción por los pobres, el testimonio de los mártires, las comunidades, la misión inculturada, el compromiso político.

Hermanas y hermanos, ¿qué radios vamos a quebrar en nuestra vida diaria?, ¿cómo ayudaremos a bloquear la rueda fatal?, ¿tendremos derecho a cantar gregoriano?, ¿sabremos incorporar en nuestras vidas esos cuatro paradigmas mayores traduciéndolos en práctica diaria?

Reciban un abrazo entrañable en la esperanza subversiva y en la comunión fraterna del Evangelio del Reino. Vamos siempre hacia la Vida.