Romero 30 años después. Siguiendo la huella humanitaria de Monseñor Óscar Romero


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30 Años siguiendo la huella humanitaria de Monseñor Óscar Romero


Mireia Rubio, Baula-COR

Por todo el mundo, esta semana, se está conmemorando el treinta aniversario del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador que fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte de ultraderecha, en El Salvador. Tanto en Cataluña, como en el resto del Estado Español, al igual que están haciendo en muchos países de la América Latina, los comités Óscar Romero compartimos estos días el recuerdo y el testimonio de un gran hombre, que fue más allá de un carismático líder religioso, un gran defensor de los derechos humanos, que se convirtió en la "Voz de los sin voz".

La trayectoria de Romero se enmarca en uno de los periodos más convulsos en la historia de su país y en general de la América Latina. Entre 1966 y 1980, el incremento de movimientos comunistas de campesinos en toda Latinoamérica (que se vio favorecido sin duda por el ejemplo de la revolución cubana del 59) y el compromiso de un sector importante de la Iglesia Católica con los más pobres, iniciado en el Concilio Vaticano II, chocaron de pleno con unos gobiernos opresores, surgidos a menudo de golpes de estado y apoyados en buena medida por Estados Unidos.

Monseñor Romero defendía los derechos humanos en medio de una terrible represión militar y dictatorial que casi a diario masacraba las manifestaciones de obreros, campesinos, estudiantes y maestros que pedían justicia y libertad en las calles de San Salvador. Fue considerado uno cura comunista y enemigo por los sectores de la ultraderecha que lideraban militares en retiro, grandes capitalistas y políticos anticomunistas.

El 23 de marzo de 1980, el domingo antes de su asesinato, Romero hizo un llamamiento a las bases del ejército y de las fuerzas de seguridad salvadoreñas: "En nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, los suplico, los ruego, los ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión! ".

Al día siguiente, fue a dar una misa al Hospital "La Divina Providencia". Estaba en el altar de la capilla del hospital cuando un francotirador le disparó al pecho y le revento el corazón. El arzobispo murió al acto, pero su voz y su ejemplo se extendieron, juntamente con su testimonio y su grito.

Coincidiendo con esta efemérides, la red mundial SICSAL (Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina "Óscar Arnulfo Romero") se ha reunido en San Salvador con motivo de la asamblea anual. Uno de los principales actos será la presentación del libro electrónico Romero 30 años después elaborado con la participación de todos los comités y que en breve se publicará en Internet.

Y es que hoy, 30 años después, el compromiso de Romero continúa haciendo latir muchos grupos defensores de los derechos humanos.

A favor de la abolición de la Deuda Externa.


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¿Y cómo está el mundo diez años después?

Dani Gómez-Olivé i Casas
Observatorio de la Deuda en la Globalización

El pasado 12 de marzo se cumplieron diez años que más de un millón de personas del Estado español se pronunciaron a favor de la abolición de la Deuda Externa que el Estado español reclama a los países empobrecidos, en una Consulta Social, sin precedentes, que fue una experiencia con mayúsculas de democracia participativa. Diez años después el Gobierno español no sólo no ha abolido la deuda sino que continúa exigiendo su pago, a pesar de las evidencias de ilegitimidad de su origen.

En el marco internacional, desgraciadamente las cosas no están mucho mejor. Según el Banco Mundial el servicio de la deuda externa (pago de intereses más recobro del capital) que los países empobrecidos transfirieron el año 2008 a sus acreedores supuso cinco veces lo que los países del Norte les transfirieron, en concepto de Ayuda Oficial al Desarrollo. Según la misma fuente, a pesar que desde el año 2000 los acreedores internacionales ya han cobrado 4 billones de dólares de los países empobrecidos, desde entonces su deuda externa ha pasado de 2 billones de dólares el 2000, a 3,6 billones el 2008. Esto es así por el mecanismo vicioso que hace que los países del Sur se hayan de endeudar nuevamente para poder hacer frente, ni que sea, del pago de los intereses de la deuda originaria. De este modo, la deuda externa,
por más que se pague, crece tal y como si fuera una bola de nieve.

Este ejemplo nos hace tomar conciencia que las desigualdades económicas, políticas y sociales existentes entre los países enriquecidos y los empobrecidos se hacen cada día más grandes y más evidentes, al igual que pasa en el sí de las sociedades del centro del sistema económico. Esto es debido a que el actual proceso de globalización económica intensifica estas desigualdades.

En este sentido, para hacer un buen análisis del por qué los países del Sur no salen del círculo de la pobreza, así como para diagnosticar con acierto cuáles son las políticas que haría falta llevar a cabo para conseguirlo, sería necesario considerar los instrumentos y los responsables que actúan en sentido contrario al deseado con una buena política de cooperación. Entre estos haría falta identificar acuerdos comerciales, en los que la ayuda financiera aparece atada a intereses comerciales del donante; la contribución a las instituciones financieras multilaterales, mediante las cuales se aplican severos planes de ajuste estructural y desregulaciones financieras, fiscales,sociales y ambientales en los países del Sur; la responsabilidad ambiental transnacional y sus impactos sobre las poblaciones dónde trabajan; el control migratorio; los paraísos financieros; el secretismo bancario o la venta de armas, entre muchos otros...

Por todo ello, diez años más tarde continuamos exigiendo la abolición de la deuda, como un primer paso para reconstruir un orden económico mundial, en que las personas, esta vez sí, estén por delante de los intereses financieros y comerciales del todo lucrativos.

Orlando Zapata. A modo de cierre. Guillermo Toledo.

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“Caso Zapata”
A modo de cierre

El actor Willy Toledo escribe para ELMUNDO.es un texto en el que argumenta su posición sobre Orlando Zapata y los derechos humanos en Cuba y España.

“Raros son esos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa” (Tácito)

La enorme relevancia pública que han adquirido unas breves palabras pronunciadas por mí el pasado 2 de marzo, en el marco de una actividad cultural ajena a la cuestión que allí me fue planteada, su desmesurada propagación, su equivocado tratamiento por ciertos medios y el ulterior desarrollo de los acontecimientos, convierten en necesaria una explicación más templada, más serena, sobre el significado de tales declaraciones y, sobre todo, de la intención con que fueron vertidas.

Vaya por delante, primero que otra cosa, mi profundo disgusto, mi enorme pesar porque las valoraciones que realicé acerca de don Orlando Zapata, fallecido en una prisión cubana como consecuencia de una huelga de hambre emprendida contra el Gobierno de Cuba, puedan haber sido interpretadas a modo de ataque personal hacia la memoria del Sr.Zapata, hacia sus opiniones o hacia su reputación. No fue ésa mi intención. Si, pese a ello, así se hubiere recibido y asumido, lo lamento y pido, nuevamente, disculpas a su familia y allegados.

Quienes me conocen saben de mi trayectoria personal comprometida con la defensa e implantación de los derechos humanos en todo el mundo. Desde tales posiciones y convicciones, pienso sinceramente que en nuestra sociedad occidental existe una lamentable incomprensión acerca de la realidad latinoamericana en general y de la cubana, en particular, que conduce a utilizar -en particular con Cuba- un doble rasero a la hora de examinar y valorar sus hazañas y sus miserias.

A Cuba le imparten clases de derechos humanos los mismos que planean y ejecutan “guerras preventivas”; le exigen respeto a las garantías penales y procesales quienes miran a otro lado cuando se menciona Abu Grahib o Bagram, quienes crean y mantienen Guantánamo o le dan carta de naturaleza, consintiendo que vuelos secretos con personas secuestradas hagan escala en su territorio o acogiendo en su sistema penitenciario a sus “presos”.

A esa isla, con una trayectoria antigua y ejemplar en su defensa contra los distintos intentos de potencias extranjeras de expoliar sus recursos y su dignidad, condenada a sobrevivir en soledad, se le recrimina su pobreza, mientras se mantiene un bloqueo económico asfixiante.

Un bloqueo que no es sino una forma de intervención en sus asuntos internos porque genera -y bien lo saben quienes lo propician- dolor y descontento en los ciudadanos, y potencia la burocratización y el anquilosamiento en sus estructuras de poder. De Cuba se pretende, en fin, que acepte las reglas de la democracia formal en un contexto geopolítico que inexorablemente las transforma en retórica hueca, en coartada para las injusticias y la corrupción.

Informes de denuncia

En estos días se me viene reprochando -en términos hasta injuriosos- haber denunciado la escasa calidad democrática de muchas de nuestras instituciones y prácticas públicas. También en esta materia mis razones, por desgracia, no son sólo mías.

Si atendiéramos con más interés los recientes informes de Amnistía Internacional sobre el estado de los derechos humanos en España, como el hecho público en noviembre de 2009 ["Sal en la herida: la impunidad efectiva de agentes de policía en casos de tortura y otros malos tratos"], sabríamos que las denuncias contra agentes de las fuerzas policiales nacionales, autonómicas y locales de toda España encargadas de hacer cumplir la ley están contrastadas y documentadas.

Además, la honda preocupación de Amnistía Internacional es también sentida y compartida por organismos tan poco sospechosos de manipulación o sectarismo como el Comité contra la Tortura, el Relator contra la Tortura de las Naciones Unidas o el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura: en tal sentido resultan bien elocuentes los informes de las Naciones Unidas sobre la tortura en España suscritos por los comisionados especiales de la organización, Theo van Boven y Martín Scheinin.

¿Y qué decir de la situación de los Centros de Internamiento de Extranjeros en España? Como mínimo, que no resultan menos preocupantes en términos de vulneración de derechos fundamentales, y que su documentación es igualmente amplia.

Sólo a título de ejemplo cabe mencionar el informe de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que elaboró el pasado año en colaboración con el Servicio Jesuita de Ayuda al Refugiado. Este informe es el resultado de una investigación realizada en tres de los ocho Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) que existen en España.

En este documento se denuncia que esas instalaciones (donde se retiene a los inmigrantes que van a ser expulsados del territorio nacional por lo que son, no por lo que han hecho) constituyen “un agujero negro de los derechos humanos”.

En términos semejantes se expresa el informe hecho público también en los últimos meses del pasado año, realizado por SOS Racismo, Médicos del Mundo y Ferrocarril Clandestino: la falta de transparencia, el sistema impune de maltrato a los allí retenidos y el avasallamiento, en fin, de los más elementales derechos humanos, son sus más destacadas conclusiones.

O qué decir del desconocimiento de las condiciones de vida y garantías jurídicas, incluso de su propia existencia, del centro de internamiento para africanos que intentan llegar a las costas españolas, en Nouadhibou -Mauritania-, construido con financiación española con fondos de la Unión Europea (según el informe Frontera Sur de la APDH-Andalucía).

Mirada crítica

Podríamos hablar también sobre las denuncias de un sindicato de policía frente a la última circular del Ministerio del Interior sobre los procedimientos de detención de inmigrantes irregulares, que lo tachan en algunos aspectos de ilegal (véase www.inmigrapenal.com).

No intento comparar el régimen cubano y el español, sino simplemente decir que como ciudadanos tenemos el derecho y, en mi opinión, la obligación de mirar dentro de nuestras fronteras y con mirada ciertamente crítica.

Hasta aquí algunas de mis razones, sobre las que sostengo mis pensamientos y en las que apoyo mis opiniones. Porque así han de ser valoradas mis recientes palabras, como juicios subjetivos, como valoraciones personales de mi entorno, expresadas tal vez sin demasiada destreza, sólo soy un ciudadano, un actor -en el ejercicio de un derecho que me asiste y que va más allá del derecho a la libertad de expresión, un derecho más íntimo: el de vivir en armonía con mis convicciones.

Por ultimo, una reflexión: intuyo que lo desproporcionado de la reacción a mis palabras se sustenta no en el hecho de la realidad de las opiniones expresadas, pues hay, como hemos visto, estudios de sobra contrastados y públicamente denunciados, sino en la inquietud que genera que esa misma realidad, expresada en libertad por un personaje conocido, anime algo más al personal a ponerse a investigar. Y eso les lleve a hacerse la misma pregunta que me hago yo, que se hacen tantos: ¿es esto una democracia real? ¿de verdad tenemos tantas lecciones que dar?

Terremoto en Chile: Entre el dolor y la ira

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Terremoto en Chile: Entre el dolor y la ira

Director Centro de Estudios de América
Latina y el Caribe - CEALC / Chile
tricot@ilwen.cl

De pronto, sin aviso alguno, rugió la tierra con tal furia que huyeron despavoridos los pocos ángeles azules que aún merodeaban la noche en busca de algún amor incauto. Y se nos cayó el cielo a pedazos en una lluvia interminables de polvo, vidrio y abisal oscuridad. Entonces nos golpeó sin misericordia la Inconmensurable fragilidad de la vida y se nos alborotó la garganta de atávico espanto. Nadie puede describir con precisión aquellos momentos interminables cuando el tiempo se detuvo en medio del ensordecedor ruido y de nuestra abrumadora angustia. Cada golpe, cada caída, cada explosión, cada minuto nos apretaba más el corazón mientras sólo susurrábamos o gritábamos para que se detuviera la tierra, la madre tierra. Sólo un momento para recuperar el aliento perdido entre las penumbras del peor terremoto en la historia de Chile.

Y faltaba aún la furia del mar que en pocos minutos arrasó con poblados enteros sembrando el dolor y el miedo. Pero pronto ese dolor se transformó en ira, pues la Armada de Chile, arrogante y obtusa, había declarado categóricamente que no había posibilidad alguna de maremoto en nuestro país. Y lo mismo señaló el gobierno, entonces mucha gente que había huido a los cerros, retornó a sus hogares para intentar rescatar algunas pertenencias, sólo para morir aplastadas por el agua que nunca debió estar ahí según el gobierno. Que, por lo demás, desde el comienzo trató de minimizar la tragedia, balbuceando incoherencias, negando urgencias y riesgos mientras en el sur y en la isla Juan Fernández la gente se moría de océanos desbordados. El terremoto es causa de la naturaleza, las victimas del maremoto son responsabilidad de la Armada y del gobierno, porque la tragedia era evitable.

La guerra contra un pueblo inerme

Y duele hasta el alma constatar la magnitud de la catástrofe, la soledad de los desaparecidos, el llanto de los niños y la enorme y extensa devastación cuando algo de ello era evitable. Sin embargo, la soberbia de la elite dominante que se asume infalible sirvió para – con la ayuda de los medios de comunicación – cambiar violentamente la realidad y así las victimas pasaron a ser saqueadores y delincuentes. El discurso se propaló sin piedad alguna y se le acompañó –¡cómo no!– con 12 mil militares y toque de queda. Y volvieron los tanques y las metralletas a mancillar el paisaje sureño, como en tiempos de dictadura. Y volvieron también las amenazas cuando lo principal pasó a ser la seguridad y el orden público. Por la razón o la fuerza se defenderá la propiedad privada, dicen, flanqueados por los comandantes en jefe de las fuerzas armadas, como si esto fuera guerra. En el intertanto la gente continúa aislada, sin alimentos, sin luz o agua, sin abrigo y sumidos en la más completa incertidumbre mientras las autoridades defienden a los ricos. Parece increíble, pero en lugar de distribuir alimentos, proporcionar frazadas o habilitar albergues, el gobierno ha declarado la guerra a un pueblo inerme. Nadie puede condonar o aceptar el saqueo de electrodomésticos o implementaos suntuarios, pero la mayoría de la gente sólo necesita comer. Por lo demás, nada de ello hubiese ocurrido si las autoridades hubiesen reaccionado con celeridad y eficiencia en lugar de ocultar su estulticia con la violencia del fusil. Aquí no se necesita represión, sino compasión; no se requieren balas, sino que comida. Y respuestas, no sólo de las autoridades, sino que también de los empresarios que se han hecho millonarios en el Chile neoliberal y cuyos edificios, casas, puentes, carreteras y pasarelas se derrumbaron como castillos de arena, cercenando vidas y destruyendo sueños de miles de chilenos. No sólo en el sur, claro, sino que en Valparaíso, Quilpue, Santiago, y centenares de ciudades y pueblos donde el terremoto golpeó con inusitada furia, aunque no salga en las noticias, porque la guerra unilateral del gobierno se está librando en Concepción, Constitución, Chiguayante. El resto de Chile debe esperar, sin agua o luz, en la calle, en los parques, en medio del temor de las centenares de replicas que te hacen saltar el corazón de tanto en tanto.

Nada importa a las autoridades, sólo la defensa incondicional de la propiedad privada, por eso hoy nos movemos entre el dolor y la ira de un terremoto que vivirá para siempre en nuestra memoria. No lo olvidaremos jamás, como tampoco olvidaremos la singular guerra contra un pueblo que sólo quería comer el día después que la tierra y el mar nos estremecieron el alma sin aviso previo.

"Vivimos el fin del capitalismo". Entrevista a José Luis Sampedro.

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Entrevista a José Luis Sampedro, economista y escritor


¿Qué ha pasado para llegar a esta crisis?

Lo que ha pasado es que hubo un momento dentro de las rivalidades del siglo XX en el que los poderosos se alarmaron, en parte por los sucesos del 68, y hubo una reacción, con Thatcher y Reagan, que supuso el apoyo de una teoría económica, la de los fundamentalistas del mercado, que logró la desregulación extrema, que causó lo que ha pasado. Los economistas se han concentrado en lo financiero, es decir, son los que manejan el dinero. Y con la globalización se ha producido una transferencia de poderes: los gobiernos, que mejor o peor están controlados por la política, la democracia, etc., han sido sustituidos por unos financieros que actúan sobre una desregulación absoluta. No los controlan ni los gobiernos. Y entonces se producen los excesos.

Estamos en la descomposición del capitalismo hacia una situación de barbarie. Como en su día Roma ¿Usted no cree en el mercado?

El mercado es absolutamente indispensable como mecanismo de distribución: yo tengo que aportar unas cosas para pedir otras. Pero hay quien puede imponer precios, organizar maniobras de publicidad y venta para cerrar la entrada de otros, etc. El mercado está en manos de los poderosos. Dicen que el mercado es la libertad, pero a mí me gustaría saber qué libertad tiene en el mercado quien va sin un céntimo. Cuando se habla de la libertad hay que preguntarse inmediatamente: ¿la libertad de quién?

¿No se puede controlar a esos financieros?

Nos dicen que las técnicas modernas son de una magnitud tal que supera las fronteras estatales. Y es cierto. Pero hay otros problemas globales como el cambio climático o la crisis energética que se abordan. Eso exige una solución global; pero también el terrorismo, la sanidad, la educación, el sida...

Usted tiene fama de antiglobalización.

Yo lo que digo es: globalícese todo. Organícese un gobierno mundial y no habría el problema de la cumbre de Copenhague. Habría una autoridad que se ocuparía de los problemas climáticos. De modo que no me aleguen la necesidad de la globalización exclusivamente económica. Eso es lo que ha pasado en los últimos años.

¿Qué sucederá en adelante?

Tras esta crisis, lo próximo a corto plazo será otra crisis. Ésta no es una enfermedad transitoria. Las sociedades son entes vivos y, como tales, tienen una trayectoria que acaba agotándose. Yo creo que el capitalismo está en sus últimos tiempos en su forma actual. Ha evolucionado: empezó con el capitalismo mercantil, siguió con el capitalismo industrial, luego viene el financiero y ahora la globalización. Y la globalización es insuficiente para garantizarles lo que quieren.

Cuando se habla de la libertad, hay que preguntarse inmediatamente ¿la libertad de quién? ¿Tan profundos son los cambios?

En el siglo XVI, Europa, Occidente, estaba en ebullición, una explosión casi volcánica de fuerzas productivas, de actividades nuevas... Las gentes se subían en unos cascarones de nuez sin saber siquiera adónde; fuesen agricultores, mujeres, misioneros, conquistadores... Ahora mismo, el país más fuerte del mundo, el más poderoso y el de mejor ejército tiene miedo. Ahora son los demás los que vienen aquí. Las corrientes migratorias han cambiado. La parábola de evolución, de grandeza, ha cambiado de rumbo.

La democracia es otra seña de identidad.

La democracia representativa creada en el XVII se ve desvirtuada por completo con las técnicas de poder que tienen los medios y que inculcan a la opinión pública, o la desfiguran, o la deforman, o la incumplen... ¿Quién cree en serio que hay democracia en ningún sitio? ¿Dónde gobierna realmente el pueblo? ¿Cómo puede creerse que en EE UU, después de la mentira de Irak, el pueblo vota otra vez al señor Bush? La gente no está loca, sino mediatizada. Las democracias representativas ya no funcionan: es una oligarquía que dispone de unos medios de influencia que imponen su voluntad.

Según usted, es el fin del capitalismo.

En este momento estamos en la descomposición del capitalismo hacia una situación de barbarie. Como en su día le pasó a Roma. La barbarie no es irracionalidad: lo que hacían Hitler o Stalin era muy racional, pero muy poco humano. Ahora piense en Guantánamo, el abandono de los derechos humanos, la misma idea del mercado desregulado o incluso la destrucción del medio ambiente, en el que el poder técnico del hombre se ha impuesto sobre el poder ético.

Pero ¿tan mal se está haciendo todo?

Yo miro lo sucedido y me pregunto: ¿por qué no se nacionaliza la banca y se acaba con toda esta historia de los bonos de los directores y demás? Eso está excluido de cualquier debate. Y luego se dice que la empresa pública rinde menos: ¿rinde menos para quién? Pues igual es cierto que la cuenta de resultados no es igual, pero el dinero va a manos mucho más interesantes.

El sistema no es el adecuado a las circunstancias del momento. Algo bueno tendrá el sistema.

Fue muy positivo. Es tan bueno como la Edad Media con su religiosidad. Para un momento determinado es válido. Pero luego no es adecuado a las circunstancias del momento. Entonces, le pasa lo que nos ha enseñado Darwin con las especies: cuando una especie progresa pero no está adaptada al medio se va.

Entonces, ¿ésta es una crisis estructural, no coyuntural?

Es coyuntural porque es en este momento, pero es consecuencia de una estructura que ya no está adaptada a la realidad; el esqueleto, el armazón, es lo que falla. El capitalismo tuvo toda esa expansión en medio de un planeta en una situación diferente. Hoy nos encontramos con estos países emergentes –China, la India y Brasil– y no es lo mismo para Occidente. Las circunstancias son completamente distintas.

En esta situación, ¿para qué sirve la economía?

Algunos creemos que tiene que hacer menos pobres a los pobres. Otros creen que tiene que servir para hacer más ricos a los ricos.

En este siglo es cuando...

En este siglo van a pasar cosas tremendas. Se habla todos los días del desarrollo sostenible. Pensemos sólo que en 1900 la población mundial era de alrededor de dos mil millones y que en 2000 es de más de seis mil millones. Los ecologistas ya estudian la huella ecológica y dicen que la tierra no produce todo lo que se le quita. Ya hablan de que para dar al mundo el nivel de España, no digamos ya el de Escandinavia, harían falta tres planetas. Explíquenme cómo cuadra eso; hagan estadísticas, contabilidad nacional, etc. No cuadra.

¿El problema es demográfico?

Vuelve Malthus: la población crece en progresión geométrica, y los medios productivos, en progresión aritmética.

No sé qué vendrá después, pero no creo que por eso se vaya a extinguir la humanidad ¿Y la ciencia no puede resolverlo?

El ser humano ha llegado a un nivel técnico verdaderamente admirable y extraordinario. Pero cuando se progresa es inevitable que el creador se endiose y piense que con la ciencia puede llegar no se sabe hasta dónde. Y siempre se dice "la técnica lo resolverá". Pero la técnica lo resolverá hasta donde pueda. No creamos que el poder humano es ilimitado.

¿Y las otras ciencias, las sociales?

En el fondo, el cómo nos organizamos es la cuestión fundamental. Tenemos técnicas claras para resolver los conflictos dentro de una sociedad, pero al final el que puede más impone su voluntad. Por eso vamos a esa situación de barbarie. No sé qué vendrá después, pero no creo que por eso se vaya a extinguir la humanidad. Sencillamente, habrá otra cosa.

José Luis Sampedro, nació en Tánger y se formó como economista en el Madrid de los años cuarenta. Fue catedrático de Estructura Económica en la Complutense y trabajó en el Banco Exterior. En paralelo comenzó a publicar novelas. La sonrisa etrusca (1985) es la más conocida y exitosa de ellas. Desde 1991 es miembro de la Real Academia de la Lengua. Su oposición al neoliberalismo le ha valido el título de "abuelo del altermundismo". Prevé el fin del capitalismo, pero no espera verlo: “Yo me apeo”.

*José Luis Sampedro es economista