Cifras que son vitales

Mireia Rubio
Somos noticia. Lamentablemente. Hemos aportado la víctima 88 a la lista estatal. Tenía sólo 28 años y ahora es otra mujer muerta, víctima de la violencia de género. Los números como dice el Principito, a veces nos alejan de la realidad o nos sirven de escudo para no escarbar en las cosas esenciales. Pero en este caso, las cifras son vitales, literalmente: son de vidas.
Hace solamente 4 días que conmemorábamos el Día Internacional contra la violencia de género saliendo a la calle, redactando y leyendo manifiestos, participando en conferencias y coloquios… Ayer mismo el gobierno y las televisiones llegaban a un acuerdo de medidas para enfatizar la gravedad de esta lacra social (http://www.redfeminista.org/noticias.asp). Pero, no nos engañemos, tenemos una ardua tarea por delante.
La violencia directa contra las mujeres, la violencia física y psicológica, tiene raíces estructurales y culturales. A veces resulta difícil visualizar esta violencia estructural o cultural, pero está ahí: en la desigualdad de salarios, en la precariedad laboral de las mujeres, en los cargos de responsabilidad declinados, en nuestra sociedad patriarcal que sigue sintiéndose amenazada… y desde luego en las consecuencias de la pobreza y de la guerra –el 70% de las bajas en conflictos en el año 2006 eran personas no combatientes, la mayoría de ellas mujeres, niñas y niños.( http://thereport.amnesty.org/esl/Facts-and-Figures).
Sin empleo o peor pagadas que sus compañeros, obligadas a emigrar, a elegir entre la profesión y la familia, a abortar clandestinamente, a refugiarse, a prostituirse… Esa es desgraciadamente la situación de millones de mujeres en el mundo.
Al margen de las asoladoras consecuencias de los conflictos bélicos, el nuevo imperialismo neoliberal nos está dejando ejemplos sangrientos sobre la violencia contra las mujeres. El domingo, en casa, rendíamos un homenaje particular a las víctimas viendo una película –que por comercial imaginaba muy floja- sobre el caso de Ciudad Juárez: Ciudad del Silencio. Es más clara de lo que esperaba, a pesar de algunas distracciones.
En Ciudad Juárez unas 4.000 mujeres siguen desaparecidas y más de 400 han sido asesinadas, según cifras de Amnistía Internacional. La mayoría, trabajadoras de maquilas. Esas empresas que han crecido como setas en la frontera de México y Estados Unidos, que no pagan aranceles y que se aprovechan de la mano de obra necesitada. Todo gracias al NAFTA, el Tratado de Libre Comercio con Norte América. Pero claro, ahora en América Latina, los que se oponen a los famosos Tratados de Libre Comercio, resulta que son unos villanos dictadores: Morales, Chávez, el decrépito Castro… ¡El patio de atrás no puede estar desordenado! La revolución sandinista fue abortada hace mucho tiempo y no interesan más democracias que las que puede controlar el Fondo Monetario Internacional. No olvidemos que gran parte de la violencia que se nos vende de Bolivia, Venezuela y Cuba, la compra Don Dinero, el mayor carnicero.
Sí, está visto, tenemos un gran trabajo por delante. Se hacía difícil resumirlo el lunes, durante el coloquio que compartimos un buen número de personas: con la educación, la espiritualidad, la ecología informativa… Tenemos que sembrar semillas de paz a diario. Mujeres y hombres, porque es una tarea colectiva.
Hoy nos ha tocado salir a la calle. La simiente de la violencia se ha cobrado una nueva vida. Pero las semillas de la Paz son perseverantes. Saben que tienen que seguir cayendo por la ventana de ese autobús en marcha, aunque caigan sobre el asfalto y las pisoteen. Algunas llegarán intactas hasta la tierra, en el margen de la carretera de alquitrán. Y estarán ahí, preparadas, cuando lleguen los días de lluvia.

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