Salvador López Arnal, Rebelión.
Es probable, muy
probable, que el Barça, que fue y sigue siendo mucho o algo más que club
de fútbol (uno de sus presidentes fue asesinado por el fascismo
golpista y el club y sus alrededores fueron, durante largos años,
símbolos del antifranquismo catalanista para un importante sector de la
ciudadanía catalana), sea actualmente el mejor equipo del mundo, y el
que practica fútbol más interesante, y uno de los más grandes clubs de
la historia de este deporte. Empero, no se pueden usar los mismos
elogios –todo lo contrario- para dar cuenta del contenido de la
publicidad que sus actuales camisetas llevan incorporadas. En los campos
de fútbol, en calles, en empresas, en oficinas, en institutos, incluso
en universidades, la Fundación Qatar, es decir, el emirato del mismo
nombre, pasea con ellas. ¡Qué infamia! ¡Y en la denominada ciudad de los
prodigios! ¿Será tal vez porque aspiraba a ser también la “millor
botiga del món”!
¿Qué es Qatar? ¿De qué hablamos cuando hablamos
del emirato? Conocemos algunos detalles pero el excelente artículo de
Nazanín Armanian [NA] –“Qatar: una dictadura modélica”- en Público da pie para recordar algunas de sus características más destacadas.
Qatar
«Tierra» (frente a Bahréin que significa «Mares») señala NA, está
gobernado por el jeque Mohammed bin Thani, “un peculiar sátrapa astuto y
sagaz que sentado sobre la tercera reserva mundial de gas ha sabido
utilizar el petróleo y el canal televisivo Al-Jazeera” para conseguir un
fuerte crecimiento económico muy desigual y convertirse en un actor que
cuenta en la esfera internacional. La dictadura absolutista
política-religiosa de Thani aparece como un modelo alternativo frente al
régimen saudí, aunque, apunta NA, “compartan la vigencia de la pena de
muerte y la ausencia total de libertades e instituciones democráticas
como el Parlamento y los partidos”.
En vez de democratizar o
empujar hacia la democratización como a veces se airea en Occidente y en
instituciones interesadas los días de fiesta, acuerdos y votaciones, NA
sostiene que el Emir compra voluntades para lavar su imagen: “en su
propaganda desaparece el 85% de la población -1,4 millones de
trabajadores inmigrantes varones- que carecen de los escasos derechos de
ciudadanía que disfrutan los aproximadamente 300 mil cataríes de ‘pura
cepa’”. La singular composición de la población hace que haya sólo “una
mujer por cada cuatro varones”. En una situación de semiesclavitud
-sueldos de hambre y pasaportes confiscados por el Estado-, “los
trabajadores extranjeros son víctimas de abusos y malos tratos por parte
de sus patronos que los llevan al borde del suicidio”. NA recuerda que
en 2007 unos 20.000 trabajadores inmigrantes huyeron de sus empresarios o
“empleadores”, “mientras el gobierno regala la nacionalidad a los ricos
y famosos de todo el mundo e inaugura una mezquita faraónica con
capacidad para 42.000 fieles”.
Sobre Al-Jazeera, la cadena
televisiva del emirato, NA señala oportunamente que “en la guerra contra
Irak dividió el mundo en naciones y no en clases, como si los
dirigentes iraquíes no fueran también responsables de la tragedia que
todavía continúa sufriendo ese pueblo”. En el canal catarí, patrimonio
también de la familia real, “no existen la oposición al Emir ni las
protestas de Barhéin aplastadas por los tanques de Riad”. Los amigos son
los amigos y a los opositores ni pan ni agua ni consideración
informativa alguna. El resto siempre es silencio.
Qatar alberga una base militar estadounidense, una de las 800 desplegadas en el mundo, y participa activamente en la lucha contra la
primavera o primaveras árabes. NA señala que inyecta armas y dinero “a
la parte siniestra de la oposición anti-Assad de Siria”, no habla de
toda la oposición anti-Assad, después de haber participado en el
bombardeo de la población libia. El emirato “también ha financiado al
partido tunecino Nahda y medió para que el gobierno islámico mantenga
buenas relaciones con Washington”.
NA señala finalmente que tal
vez pueda argüirse que el régimen catarí sea el menos malo de la zona.
Pero no se trata de escoger entre males. Las relaciones económicas
internacionales deberían, sostiene NA, “utilizarse para presionar a
gobiernos de esta este tipo para que respeten los derechos humanos más
elementales”.
El actual presidente del Barça, el mismo individuo
que habla de “mariconades” entre risas en viajes de regreso, llegó a
una cuerdo “político-económico muy positivo para la institución” con el
emirato qatarí. Non olet: el dinero no huele. Una persona tan razonable
en ocasiones como Josep Guardiola comentó, días antes de la asamblea de
compromisarios del Barça que dio su vist i plau al acuerdo, orientando e
influenciando claramente en el voto de delegados indecisos, que a él le
habían tratado muy bien cuando había jugado en el emirato.
¡Qué
cosas tan interesantes que dice en ocasiones el “filósofo Guardiola”!
Ese día, con seguridad, no madrugó, como él suele recomendar, y se
olvidó -¡mecachis!- de los numerosos y nada fraternales escenarios que
también se ubican en ese territorio no futbolístico. Allí no sólo se
pisa la mano de algunos jugadores.
Nota:
[1] http://blogs.publico.es/puntoyseguido/390/catar-una-dictadura-modelica/
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