Esther Vivas | Iglesia Viva
¿Cómo cambiar el mundo? Ésta es la pregunta que se formulan miles de
personas empeñadas en cambiar las cosas, la pregunta que se repite a
menudo en encuentros sociales alternativos… una pregunta que como bien
decía el filósofo francés Daniel Bensaïd no tiene respuesta porqué “No
nos engañemos, nadie sabe cómo cambiar el mundo”. No tenemos un manual
de instrucciones pero sí que tenemos algunas pistas de cómo hacerlo y
algunas hipótesis de trabajo.
La lucha en la calle y en los movimientos sociales es la primera
premisa, ya que no habrá cambios espontáneos desde arriba. Aquellos que
hoy ostentan el poder no renunciarán sin más a sus privilegios.
Cualquier proceso de cambio será fruto de la toma de conciencia de los
de abajo y del combate por recuperar nuestros derechos desafiando desde
la calle a los que mandan. Así lo demuestra la historia
.
Pero también es necesario construir alternativas políticas que vayan
más allá de la movilización social, ya que no podemos limitarnos a ser
un lobby de aquellos que mandan. Es necesario ser capaces de plantear
opciones políticas alternativas antagónicas a las hoy dominantes y que
tengan su centro de gravedad en las luchas sociales. Siendo muy
conscientes de que el sistema no se cambia desde dentro de las
instituciones sino desde la calle, pero que no podemos renunciar a unos
espacios que también nos pertenecen.
Hoy las instituciones están secuestradas por los intereses privados y
del capital. Una minoría social, que es la que tiene el poder
económico, está totalmente sobre representada en las mismas y cuenta con
el apoyo incondicional de la mayor parte de quienes ostentan cargos
electos. La dinámica de ‘puertas giratorias’: aquellos que en la
actualidad están en las instituciones y mañana en los consejos asesores
de las principales empresas del país es una constante y una realidad.
Nos presentan la ideología neoliberal como socialmente dominante… y esto
es falso. Y por eso pensamos que voces anticapitalistas y antisistema
serían útiles en las instituciones rompiendo con el discurso político
hegemónico. Demostrando que “otros mundos” son viables y que “otra
práctica política” es tan posible como necesaria.
Hay que avanzar en ambas direcciones y supeditar esta última a la
primera, creando mecanismos de control de abajo a arriba y aprendiendo
de los errores del pasado tanto de la izquierda política como social.
Partiendo de que nadie tiene verdades absolutas, de que el proceso de
cambio será colectivo o no será, de que hay que aprender los unos de los
otros, de que es necesario trabajar sin sectarismos ni seguidismos y
que a menudo las etiquetas separan más que unen. Sin por ello caer en
relativismos ni en renuncias ideológicas. Seguramente éstas sean las
lecciones más difíciles: romper con el dominio moral e ideológico del
sistema capitalista y patriarcal.
Y como cambiar el mundo no es cosa de dos días… sino que es una tarea
de largo recorrido, que requiere de constancia, perseverancia y de una
“lenta impaciencia”, como señalaba de nuevo Daniel Bensaïd, es necesario
ir avanzando en nuestras utopías desde lo cotidiano en paralelo a la
movilización social contra las políticas actuales y en defensa de otras
medidas. Modificando el mundo en nuestro día a día. Demostrando con
nuestra práctica que “otra manera de vivir” es tan posible como
deseable. Alternativas desde la economía cooperativa y autogestionaria,
el consumo crítico y agroecológico, las finanzas éticas, los medios de
comunicación alternativos… son iniciativas imprescindibles para caminar
hacia otro modelo de sociedad.
Siendo conscientes de que éstas no son un fin en sí mismo sino un
medio para avanzar sin perder de vista un horizonte de sociedad más
justa y equitativa para todas y todos. Apostar por una economía
solidaria en el día a día y reivindicar a la vez una economía fiscal
progresiva, que los que más tienen más paguen, que se eliminen las
SICAV, se persiga el fraude fiscal; construir proyectos agroecológicos y
trabajar también para que se prohíban los transgénicos, a favor de un
banco público de tierras; tener nuestros ahorros en una cooperativa de
crédito pero reivindicar una banca pública al servicio de los de abajo.
El camino se demuestra andando y no podemos esperar a mañana.
Aunque no hay que olvidar que un cambio de modelo social requiere de
la movilización consciente de la mayoría de la población y una proceso
de ruptura con el actual marco institucional y económico. La irrupción
de la “revolución” en el panorama político, a raíz de las revoluciones
de Túnez y Egipto, a pesar de sus debilidades y límites, es por ello una
magnífica e inesperada noticia que nos ha deparado este 2011.
Asimismo tenemos que situar nuestro papel en el mundo y el impacto de
nuestras prácticas en el ecosistema. Vivimos en un planeta finito,
aunque el sistema capitalista se encargue de que nos olvidemos a menudo
de ello. Nuestro consumo tiene un impacto directo allí donde vivimos y
si todo el mundo consumiera como aquí lo hacemos un solo planeta no
bastaría. Pero igualmente nos instan a un consumismo desfrenado y
compulsivo, prometiéndonos que a más consumo más felicidad, aunque la
promesa después nunca se cumple. Hay que empezar a plantearnos que tal
vez podamos “vivir mejor con menos”.
De todos modos, nos quieren hacer culpables de unas prácticas que nos
imponen. Nos dicen que vivimos en una sociedad consumista porqué a la
gente le gusta comprar, que hay agricultura industrial y transgénica
porqué así lo queremos… mentira. Nuestro modelo de consumo se basa en la
lógica de un sistema capitalista que produce mercancías a gran escala y
que necesita que alguien las compre para que el modelo siga
funcionando. Nos quieren hacer cómplices de unas políticas que sólo a
ellos benefician. Afortunadamente el mito del más mejor ha empezado a
resquebrajarse. La crisis ecológica que vivimos ha encendido las luces
de alarma. Y sabemos que esta crisis climática tiene sus raíces en un
sistema productivista y cortoplacista.
Hoy una ola de indignación recorre Europa y el mundo… rompiendo el
escepticismo y la resignación, que durante años ha prevalecido en
nuestra sociedad, y recuperando la confianza en que la acción colectiva
sirve y es útil para cambiar el actual orden de cosas. Aprendemos de la
Primavera árabe, del “no pagaremos su deuda” del pueblo islandés, del
levantamiento popular, huelga general tras huelga general, en Grecia y
ahora del latido de Occupy Wall Street en el “corazón de la bestia” que
señala que frente al 1% que manda somos el 99%. Los tiempos se comprimen
y se aceleran. Sabemos que podemos.
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