La España del avestruz
Mikel Basabe, Público.
Por lo que me cuentan –y quienes lo hacen saben de lo que hablan– en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf están debatiendo sobre el futuro. Me dicen que tienen dos opciones: “Irnos a la mierda o volver a la guerra”. Así de simple. Supongo que la comunidad internacional estará contenta.
Estará contenta de su incompetencia. El Frente Polisario está en tregua desde 1991 porque la comunidad internacional se comprometió a avalar una salida justa y pacífica del conflicto saharaui. Se comprometió a la realización de un referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental. Se comprometió, y no ha cumplido.
El mensaje de la comunidad internacional al pueblo saharaui ha sido nítido: si quieres que se cumpla la legalidad internacional, no cuentes con nosotros. Si quieres que se celebre el referéndum de autodeterminación que la legislación internacional te reconoce, no cuentes con nosotros. Si quieres ser independiente, ve a la guerra y gánala. Si no, vete a la mierda. Y eso es lo que me dicen los saharauis que están debatiendo: “Irnos a la mierda o a la guerra”.
Pero no nos engañemos: el inicio del problema no es que la comunidad internacional se llame andana y abandone por segunda vez a los saharauis. El inicio del problema está en el primer abandonó que sufrió el pueblo saharaui, abandono que todavía dura. España abandonó el Sahara y a los saharauis, acordando con Marruecos y Mauritania que estos se repartieran el territorio. Era el año 1975, 14 de noviembre, y Franco agonizaba. El jefe del Estado en funciones era Juan Carlos de Borbón. En vez de llevar a cabo un proceso de descolonización como era su obligación, regaló el territorio a marroquíes y mauritanos, y obligó al Frente Polisario a ir a la guerra contra esos dos estados.
Desde entonces, España no ha movido un dedo para remediar el mal que hizo. Ni uno solo de los gobiernos que se han turnado durante estos 35 años ha intentado que se cumpla la legalidad internacional. Todos han dado la espalda al pueblo saharaui y a la obligación que tenían y tienen de finalizar el proceso de descolonización del Sahara Occidental. Al principio, hace tres décadas, la excusa eran Ceuta, Melilla y las islas canarias, la reivindicación que Marruecos podía hacer sobre ellas. Hace unos años, la excusa era el tráfico de drogas: si Marruecos no ayudaba, el país se iba a llenar de drogas. Después fueron las pateras, cuyo flujo Marruecos parecía poder controlar a su antojo. Excusas. Excusas para no hacer frente a las obligaciones que España tiene. No que España tenía, no. Obligaciones internacionales que España sigue teniendo. Esa misma España que sigue sin reconocer la independencia de Kosovo porque la declaración de independencia vulneró la legalidad internacional, incumple las obligaciones que dicha legalidad internacional le reclama respecto al inconcluso proceso de descolonización del Sahara Occidental. Y si el Gobierno español no sabe cuáles son esas obligaciones, que se lo pregunte al Gobierno portugués. Portugal en ningún momento olvidó sus obligaciones con Timor Oriental, que fue invadido por Indonesia y privado de su independencia. Portugal jamás abandonó a Timor del Este y lideró el trabajo de la comunidad internacional para que ese pequeño país –15.000 kilómetros cuadrados y un millón de habitantes– pudiera acceder a la independencia a través de un referéndum de autodeterminación celebrado en 1999, en el que aproximadamente el 80% de la población apoyó la independencia.
Y es precisamente eso lo que hay que reclamar a España. Al Estado español. Que lidere la comunidad internacional para que el Sahara Occidental termine su proceso de descolonización con un referéndum de autodeterminación, tal y como se prevé en el derecho internacional. Para que el pueblo saharaui decida entre tener o no un estado independiente, y no entre irse a la mierda o a la guerra. Estas reflexiones me las hacía hace una semana, antes de nuestro abortado viaje a El Aaiún. Y antes también de que el ejército marroquí atacara militarmente un campamento de civiles.
Ahora es más urgente que nunca que España abandone su política del avestruz. Que nadie del Gobierno hable, por favor, de las reclamaciones legítimas de las dos partes, porque hay una parte, la saharaui, que tiene la legalidad de su parte, y otra, la marroquí, que no tiene legitimidad en sus posiciones. Que nadie hable de neutralidad, ni dé sensación de equidistancia. No porque no pueda España ser equidistante –que no puede, porque la legalidad internacional le obliga a no serlo–, sino porque es mentira que España esté siendo neutral, es mentira que España trate igual a las dos partes. Para ello, lo primero que tendría que hacer sería reconocer que el representante legal del pueblo saharaui es el Frente Polisario, y establecer relaciones diplomáticas con él. Que es precisamente lo que hizo la Sudáfrica de Nelson Mandela: reconocer la República Árabe Saharaui Democrática. Os acordáis del caso surafricano, ¿no? La comunidad internacional le impuso a Sudáfrica sanciones económicas y diplomáticas. Y llegó la democracia y se restauró la legalidad internacional, que propició, entre otras cosas, la independencia de Namibia, territorio ilegalmente ocupado por Sudáfrica.
España, hoy, tiene que mandar un mensaje claro: respeto a la legalidad internacional, solicitud a Marruecos para que permita organizar el referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental, apoyo a las legítimas exigencias del pueblo saharaui y liderazgo dentro de la comunidad internacional para que esta obligue a quien incumple la legalidad internacional a cumplirla sin más demora. En resumen, España debe dejar de jugar al avestruz.
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