Acaba un largo ciclo de "omertá" en el interior de la ONU sobre el que seguramente es el mayor genocidio habido desde que ésta fue creada: el llevado a cabo por el Frente Patriótico Ruandés desde 1990
Estados Unidos, Kofi Annan y Ban Ki-moon encubren el genocidio de Kagame en Ruanda y el Congo
Juan Carrero es presidente de Fundació S´Olivar.
El día 26 de agosto el diario Le Monde filtró la noticia de que un extenso informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que dirige la sudafricana Navanethem Pillay, informe no hecho público aún oficialmente pero que ahora ya circula libremente, califica como “crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, hasta de genocidio” los crímenes “sistemáticos, metódicos y premeditados contra los hutus”, en su “mayoría niños, mujeres, ancianos y enfermos”, realizadas por el FPR (Frente Patriótico Ruandés) en 1996-1997 en el Zaire. La investigación abarca los crímenes cometidos en el Zaire/Congo durante toda la década que va desde 1993 hasta 2003 y Ruanda no es el único país incriminado. Pero el exterminio sistemático realizado por el FPR de refugiados hutus ruandeses y otros hutus congoleños, eliminados por las armas o mediante el bloqueo sistemático de los alimentos que les estaban destinados, podría ser considerado, como afirma Jean-Philippe Rémy en Le Monde, “el corazón del informe.” En todo caso es evidente que, como a su vez aclara Christophe Châtelot en el artículo principal de este amplio y magnífico reportaje, el informe “es demoledor, principalmente para Ruanda”.
Sin embargo este artículo acaba con el mismo error de bulto con el que concluyen la mayoría de artículos posteriormente publicados sobre la filtración de dicho informe: es necesaria, según dicen, la creación de un tribunal que tenga competencia para juzgar estos crímenes. Pero tal tribunal no sólo existe sino que incluso ya emitió el 6 de febrero de 2008 una orden de arresto contra 40 altos responsables del FPR, presuntos responsables de los crímenes en el Congo a los que se refiere el citado informe de la ONU. Tal tribunal es la Audiencia Nacional española, plenamente competente para juzgar tales crímenes en virtud del principio de justicia universal. Es por esta competencia por lo que, a título de ejemplo, se pudo detener un día a Augusto Pinochet y por lo que actualmente las citadas 40 órdenes de arresto son ya efectivas en INTERPOL y en la red SIRENE. Además no hay que olvidar que 4 religiosos maristas españoles, que acompañaban a los refugiados hutus y que habían denunciado internacionalmente esta gran carnicería, fueron a su vez asesinados por el FPR en el este del Congo, en el campo de refugiados de Nyamirangwe, el 31 de octubre de 1996.
Lamentablemente el silencio de la ONU durante catorce años ha tenido consecuencias trágicas. ¡Cuántos miles de silencios cómplices han permitido que, durante largos años, estos criminales, revestidos de la falsa aureola moral que da el haber detenido supuestamente el genocidio llevado a cabo por los extremistas hutus en la primavera de 1994, siguieran provocando impunemente un inmenso sufrimiento en Ruanda y el Congo! Pero el informe, cuya filtración en estos días ha tenido una amplia repercusión en todo el mundo, podría ser el principio del fin del ya entonces líder del FPR y actualmente también presidente de Ruanda, Paul Kagame. Es cierto que, hasta ahora, se trata sólo de una filtración. Pero los datos del informe son ya de dominio público, más alla de las inconfesables presiones, chantajes y negociaciones que a partir de ahora van a tener lugar en las altas esferas políticas y económicas de nuestro mundo, especialmente para eliminar el término “genocidio”. Lo cierto es que por fin empiezan a ser frecuentes los análisis que algunos de nosotros realizábamos ya hace catorce años, en el mismo momento en que ocurrían los hechos.
Ya en octubre de 1996 y sobre todo a partir de febrero de 1997, en documentos que llegaron a firmar casi una veintena de premios Nobel y los presidentes de los grupos políticos del Parlamento Europeo, nosotros mismos denunciamos masacres masivas de hutus ruandeses y congoleños de carácter genocida, incineraciones de decenas de miles de cadáveres, exterminio por hambre, etc.¡Cómo no iban a conocer unos crímenes de tal magnitud los líderes de nuestro mundo! ¡Cómo no iba a conocerlos nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores! Nosotros mismos hicimos llegar tales documentos a Bill Clinton y otros verdaderos responsables últimos de este genocidio. Además de los conductos protocolarios, Elie Wiesel, superviviente de los campos nazis de exterminio y premio Nobel de la Paz, prometió a nuestro compañero, el también premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, entregárselos personalmente a Bill Clinton en el encuentro que tendría con él en breves días.
Por otra parte, el 24 de febrero de 1997, tras 42 días de ayuno en el Parlamento Europeo, yo mismo se los entregué en mano a nuestro ministro de Asuntos Exteriores, el ibicenco Abel Matutes (actualmente es uno de los 12 españoles miembros de la Comisión Trilateral). En tal encuentro estaba acompañado por Inocencio Arias, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores. Yo, a mi vez, estaba acompañado por la consellera socialista mallorquina Mercé Amer. La noticia de ese encuentro y de la entrega de unos documentos tan graves y firmados por un listado tan impresionante de personalidades fue vetada por TVE. La corresponsal en Bruselas se acercó a mí y me comunicó que estaba realmente dolida, que había seguido nuestro ayuno, que admiraba lo que habíamos hecho en colaboración con la comisaria Emma Bonino, pero que la noticia había sido vetada y, a pesar suyo, no iba a poder filmar [1]. El asesinato en Ruanda de tres cooperantes españoles de Médicos del Mundo, sólo unos días antes, dió al encuentro un clima de especial tensión. Sabemos ya que tal asesinato fue obra del FPR, aunque la potente propaganda de los padrinos internacionales de esta organización criminal consiguió que, ya en las primeras horas tras el triple crimen, todos los medios del mundo se lo adjudicasen una vez más a los extremistas hutus.
De hecho, es tan cierto que este informe no aporta grandes novedades que en la segunda edición de mi libro “África, la madre ultrajada” no modificaré prácticamente en nada el texto de la primera edición. La noticia no es que el FPR cometió un enorme genocidio [2]; genocidio en el que las víctimas de etnia hutu, tanto ruandesas como congoleñas, eliminadas violentamente por el FPR desde 1990 deben contarse al menos por centerares de miles; genocidio mucho más amplio si consideramos los millones de víctimas, no sólo hutus sino de otras etnias bantúes del Congo (o símplemente no himas-tutsis para la racista élite del FPR), fallecidas no sólo por la violencia sino sobre todo por inanición y otras causas relacionadas con las agresiones sufridas por el Zaire/Congo por parte de Ruanda, Uganda y Burundi en su empeño genocida de constituir en aquella región un imperio controlado por clanes himas-tutsis; genocidio del que el equipo del Ato Comisionado para los Derechos Humanos ha investigado sólo la punta del iceberg, es decir 600 incidentes violentos, con unas decenas o, a lo sumo, centenas de miles de víctimas, habidos sólo en el Congo y desde 1993 hasta 2003; genocidio en el que el informe del equipo de la ONU dirigido por el chileno Roberto Garretón, que había investigado unos cuarenta emplazamientos en el Congo, hablaba de hasta 100.000 cadáveres hutus ya en 1997, es decir un año antes de la segunda y más mortífera invasión; genocidio de cuya magnitud se puede entrever algo a través del informe del International Rescue Committee que, en una estadística por exceso, calcula en 5,4 millones el número de víctimas que se han producido en el Congo hasta 2007 por causas relacionadas con el conflicto que ha sufrido.
La noticia no es esa, la noticia es esta otra: el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, rompiendo el código de la omertá que ha imperado en el interior de la ONU durante demasiados años, deja en evidencia que el Consejo de Seguridad y el secretario general Ban Ki-moon (y antes Kofi Annan), los mismos que hace menos de un año nos acusaban a algunos de nosotros de financiar a los genocidas, ¡han encubierto durante más de una década el que seguramente es el mayor genocidio habido desde que existe la ONU, el llevado a cabo por el FPR desde el 1 de octubre de 1990 hasta el día de hoy! Como muy bien analizaba Glen Ford, unos días después de la filtración del informe, en su artículo “La crisis de Ruanda podría poner al descubierto el papel de EEUU en el genocidio en Congo” [3] , nos encontramos frente a
[...] una crisis política que amenaza con trastocar los planes de Washington para dominar el continente. [...] Lo que está en juego no es solo la reputación del presidente ruandés Paul Kagame, un alumno de la US Army Command and General Staff College (escuela de mandos y personal militar de apoyo del ejército de EEUU), en Fort Leavenworth, Kansas, sino toda la estrategia estadounidense para la militarización de África y explotación de sus riquezas [...]. Una carnicería a semejante escala no podría haber ocurrido si no fuera por la complicidad de EEUU, que ha protegido a Kagame en todas las coyunturas [...]. El informe de las Naciones Unidas filtrado no puede devolverse a un cajón. Kagame, que etiqueta a todos sus críticos como “genocidas” o apologistas del genocidio, es expuesto como “el mayor asesino de masas sobre la faz de la tierra, hoy en día”, como lo describe Edgard S. Herman, coautor de The politics of Genocide. Los mentores y proveedores de fondos de Kagame en el gobierno de EEUU, los cuales instigaron su genocidio en Congo, deben ser considerados igualmente responsables, o más aún, puesto que las corporaciones de EEUU consiguen los mayores beneficios de los minerales de sangre de Congo, y el ejército de EEUU obtiene los mayores beneficios de los servicios ruandeses y ugandeses como mercenarios siempre a la entera disposición de EEUU en África.
El gobierno ruandés ha reaccionado con virulentas amenazas y la Alta Comisionada ha postergado hasta el 1 de octubre la publicación del informe. La lucha durante las próximas semanas para eliminar de él la palabra “genocidio” será muy dura, dado que esa calificación exigiría la intervención inmediata de la comunidad internacional. Pero, a pesar de todo, algo está ocurriendo en este gran conflicto, un significativo movimiento de piezas parece estar realizándose en el tablero. Otro hecho también lo corrobora: la aparición el pasado día 7 de septiembre del importante, pero hasta la fecha fantasmagórico, informe Gersony [4]. Se trata de otro informe honesto, realizado ya en 1994, esta vez por el Alto Comisisonado de las Naciones Unidas para los Refugiados; informe embargado desde entonces y cuya existencia era incluso negada por altos responsables de la ONU; informe que documenta esta vez la sistemática limpieza étnica con caracter genocida realizada contra los hutus por el FPR durante 1994 en el interior de Ruanda (la limpieza llevada a cabo por el FPR primero en las zonas que durante la primavera iba controlando, primavera en la que a su vez los extremistas hutus llevaban a cabo su genocidio, el de los tutsis, en la zona que controlaban; pero sobre todo la limpieza llevada a cabo por el FPR a partir de su victoria total el 18 de julio).
El equipo de investigadores censó el asesinato de 30.000 hutus por parte del FPR en sólo dos meses y en sólo 3 prefecturas. Pero, al igual que el reciente informe del Alto Comisionado para los Derechos Humanos “[...] las masacres denunciadas en el informe Gersony sólo eran la parte visible de un inmenso iceberg formado por centenares de miles de víctimas salvajemente asesinadas por las tropas del FPR desde el 1 de octubre de 1990 en las zonas ocupadas por su ejército”. Esto es lo que afirma el antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Ruanda, Jean-Marie Vianney Ndagijimana en su magnífico libro, recientemente publicado, Paul Kagame a sacrifié les tutsi [5]. En cuanto recibí la fotocopia del informe Gersony, le solicité que me confirmase que se trataba realmente del auténtico informe original, cosa que hizo aunque añadiendo que falta un anexo.
Este ruandés excepcional, de ascendencia mixta hutu-tutsi, que testificó en nuestra querella ante la Audiencia Nacional española y que es el responsable en Francia del Diálogo Intra Ruandés que venimos patrocinando desde 2004 , fue testigo de los cambalaches en torno al embargo de este comprometedor informe. Cambalaches llevados a cabo a comienzos de octubre de 1994 en el Departamento de Estado estadounidense entre el presidente ruandés, el hutu Pasteur Bizimungu, siempre supervisado por el “consejero” Charles Muligande, y el subsecretario de Estado para África, George Moose. Pasteur Bizimungu vino en realidad a argumentar que “había un ‘después del genocidio’ en el que el ejército del FPR podía masacrar alegremente a poblaciones enteras sin recibir la reprobación de la comunidad internacional”. Y George Moose se mostró tan comprensivo con los argumentos del presidente ruandés que Jean-Marie Vianney Ndagijimana, dedujo que iba a suceder lo que en realidad sucedería: en esta entrevista “la suerte del informe Gersony fue definitivamente sellada”. Unas semanas más tarde el ministro dimitió de su cargo “para no ser cómplice de esta política de limpieza étnica, y optó por el exilio para convertirse en testigo ante la opinión mundial y denunciar este genocidio silencioso pero tan ignominioso y condenable como el genocidio tutsi”.
No actuaron con la misma dignidad ni Kofi Annan, entonces secretario general adjunto del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz; ni Shahryar Khan, representante especial del secretario general de las Naciones Unidas en Ruanda; ni Timothy Wirth, secretario de Estado para los Derechos Humanos; ni David Rawson, embajador en Ruanda; ni Brian Atwood, director para África de USAID, financiadora de esta investigación, que tenía por objeto el comprobar si en el interior de Ruanda estaban dadas las condiciones para el retorno de los refugiados hutus. Todos ellos habían tenido reuniones con Jean-Marie Vianney Ndagijimana previas a la del presidente y el subsecretario de Estado, alguna de ellas en presencia de Robert Gersony. El antiguo ministro explica que algunos de ellos tuvieron palabras muy duras hacia el presidente ruandés. Pero, de hecho, el informe fue embargado y ninguno de ellos ha denunciado nunca esa tremenda limpieza étnica y el ocultamiento de una prueba tan importante.
Kofi Annan mostró el informe a Jean-Marie Vianney Ndagijimana e incluso se lo dejó leer , aunque se negó a entregarle copia alguna. Así que el futuro secretario general de la ONU sabía bien, ya entonces, que la teoría de un doble genocidio no es falsa. Y mucho menos es una forma de negacionismo, y por tanto un delito, como se ha atrevido a afirmar Ramón Lobo en las páginas de El País. ¡Qué barbaridad... atreverse a calificar de delincuente al juez Fernando Andreu, que imputa crímenes de genocidio a Kagame y a 40 altos responsables del FPR, y ahora también a la Alta Comisionada Navi Pillay, que firma el reciente informe! Aunque no es sólo este periodista sino que son muchos los analistas, especialistas en todo, que están dispuestos a escribir sin problema alguno sobre cualquier cuestión que haga falta, incluidos conflictos tan graves y complejos como este. O que sólo han escuchado las poderosas voces de la maniquea doctrina oficial, que traza una línea infranqueable entre genocidas de un lado y nobles liberadores de otro. Por el contrario, Kofi Annan y el actual secretario general, Ban Ki-moon, saben lo bien fundamentadas que están las imputaciones del juez Fernando Andreu Merelles sobre “delitos de genocidio, lesa humanidad, delitos contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, integración en organización terrorista, actos terroristas, pillaje de recursos naturales y el asesinato de nueve ciudadanos españoles”.
Es muy posible que, tal y como algunos intuimos y publicamos en su momento, el hecho de que Ban Ki-moon, pretenda presentar al genocida Paul Kagame como un súper héroe de la lucha contra el hambre y otras plagas que asolan nuestro mundo, haya indignado y movilizado al sector de personas íntegras que aún existen en esa gran organización que es la ONU. Esperemos que Navi Pillay no acabe defenestrada como lo fueron antes por motivos muy semejantes el secretario general, Boutros Boutros Ghali, la fiscal del TPIR (Tribunal Penal Internacional para Ruanda), Carla del Ponte, y muchos otros más. Durante años Jean-Marie Vianney Ndagijimana se ha preguntado porqué el secretario general decidió embargar el informe Gersony. En noviembre de 2002 Carla del Ponte le confirmó todas sus sospechas en un encuentro tenido en la sede del Tribunal de la Haya. Lo relata así:
[...] sin rehuir [la cuestión], ella reconoció que dicho informe entra en la competencia del TPIR y que debería normalmente haber sido incluido en el dossier de crímenes cometidos en Ruanda en 1994 por uno de los beligerantes. Lamentablemente, prosiguió, todos los intentos de obtener el informe Gersony así como los otros diferentes informes de las Naciones Unidas que prueban los crímenes del FPR habían sido hasta entonces vanos. Y prosiguió: “Yo pedí oficialmente al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la señora Ogata, [6] que me transmitiese este informe, pero choqué contra un muro [...]”. Carla del Ponte nos confesó que, ya desesperada, pidió también sin éxito que Robert Gersony pudiese ser escuchado por el fiscal del TPIR. ¡Aquí también, el gobierno norteamericano opuso la decisión de inadmisibilidad! Como se puede ver, Paul Kagame se beneficia de la protección de una o varias potencias con derecho a veto [en el Consejo de Seguridad] y capaces de imponer su dictado en el seno de las instituciones del sistema de las Naciones Unidas. No es necesario ser un adivino para saber que la Administración Clinton, avergonzada sin duda por los remordimientos de haberse opuesto al envio de tropas de la ONU para detener el genocidio, ha preferido poner en pérdidas y ganancias las masacres realizadas por Paul Kagame de centenares de millares de civiles hutus inocentes.
Esperemos que ahora los tiempos estén ya maduros, esperemos que quienen mueven los hilos se den cuenta de que tan vergozosas farsa e impunidad son ya insotenible. Por nuestra parte, estamos convencidos de que, como afirman Adolfo Pérez Esquivel y el senador Pere Sampol (que fue vicepresidente del Gobierno de las Islas Balerares y conoce bien las intrigas políticas), hemos de ayudar desde afuera de la ONU a que esas personas dignas consigan evitar desde adentro que ésta organización se convierta en un instrumento no al servicio de los pueblos sino de la Comisión Trilateral [7] y otros poderosos y elitistas grupos. En todo caso, quizá se esté ya empezando a cumplir lo que me atreví a afirmar en el prefacio de mi libro: “cuando esta enorme tragedia ocupe los espacios que se merece en los grandes medios de comunicación, ésta será una de las páginas más bochornosas de las Naciones Unidas, del Occidente en general y del Gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero en particular”. Aunque el presidente español está aún a tiempo de cambiar ese destino. Basta con que siga avanzando por la senda que inició al no recibir en Madrid a Paul Kagame; basta con que no acepte copresidir con ese genocida el Grupo de defensa de los Objetivos del Milenio; basta con que colabore con la Audiencia Nacional en el proceso que se sigue contra 40 altos responsables del FPR; basta con que reciba por fin a las familias de las 9 víctimas españolas...
Notas:
[1] Sí se permitió sin embargo a los medios hacer la foto de rigor de dicho encuentro: http://olivar.pangea.org/castellano/INDEX.html
[2] En el citado reportaje de Le Monde, se recogen las palabras de una fuente anónima: “Se sabía que esto era enorme”.
[3] Black Agenda Report, traducido para Rebelión por Mariola y Jesús María García Pedrajas.
[4] Se puede ver en C:\Unearthed “Gersony Report” the U_N_ said it never existed_ - The Proxy Lake.mht
[5] Editorial La Pagaie, páginas 134-141.
[6] Como hago notar en mi libro, Sadako Ogata es también miembro de la Comisión Trilateral.
[7] Han sido o son miembros de la Trilateral y/o han participado o participan en las reuniones del Grupo Bilderberg la casi totalidad de quienes han jugado un papel político clave en este conflicto: Bill Clinton, Tony Blair, Margaret Thatcher, Kofi Annan, Madeleine Albright, Bill Richardson, Sadako Ogata, Susan Rice, Raymond Chrétien, Jean Chrétien, Hillary Clinton o Bernard Kouchner. Eso sin contar los mucho más numerosos miembros del Consejo de Relaciones Exteriores o del Real Instituto de Asuntos Internacionales.
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