Es obvio que Barack Obama e Israel nos están ofreciendo una función teatral que ya conocemos: miradas amenazadoras, fanfarronadas, ¡cuidado!, podría enfadarme…, mientras el gobierno de Netanyahu se pone intransigente. ¿Qué pasará? ¿Será Obama, por fin, quien obligará a este Estado delincuente a respetar el derecho internacional? Algunos contuvieron la respiración.
Los medios de comunicación nos hablan de la «firmeza» del presidente estadounidense. ¿De qué firmeza se trata? Todavía esta mañana, la agencia France Presse escribía: «El presidente estadounidense Barack Obama afirmó el lunes, antes de su partida hacia Oriente Próximo, la necesidad de una cierta firmeza hacia Israel con respecto a la creación de un Estado palestino y la colonización en los territorios». ¿Hemos oído bien? ¿Obama no reclama el desmantelamiento de las colonias israelíes en los territorios palestinos ocupados, ni el fin de la ocupación, ni el levantamiento del bloqueo de Gaza, ni el pago de la factura por las enormes destrucciones de la Franja de Gaza?
Obama no exige a Israel que devuelva a los palestinos lo que les robó. Ni todo ni parte. Las «exigencias» de Obama consisten en reclamar «la congelación de las colonias»: ¡ustedes no pueden construir colonias nuevas! ¿Y dónde se establecerá el Estado palestino ahora que los israelíes se han anexionado más del 89% de las tierras palestinas, incluido Jerusalén Este? ¿Qué bantustanes quiere proponer Obama?
Se atreve a representar otra vez el cuento del «pulso», el gobierno israelí juega la carta de las «concesiones imposibles» y muy «dolorosas» para conseguir que se ratifique, como de costumbre, la política de hechos consumados, ya bien ensayada, que consiste en robar, anexionar casi todo el terreno y después fingir que se detiene cuando ya no queda nada que robar.
Cada vez que se lleva a los dirigentes israelíes a una mesa de negociación, donde siempre acaban tomando una decisión «dolorosa», como Sharon con la famosa «retirada de Gaza» en 2005, se trata de una engañifa. Una manera de ganar tiempo y hacer que se crea en su «buena voluntad». Los israelíes nunca han cedido nada, ni siquiera en Gaza donde la retirada de 7.000 colonos, transferidos a Cisjordania, lejos de liberar a los gazatíes, vino acompañada del encierro desde el primer día.
Israel no ha aceptado nunca, ni por un instante, dejar el más mínimo control de sus propias fronteras a los habitantes de Gaza, ni la posibilidad de comunicarse con sus hermanos de Cisjordania. La famosa «retirada» permitió exactamente poner a resguardo a 7.000 israelíes que de esa forma no tendrían que sufrir los bombardeos que su ejército podría seguir perpetrando con total tranquilidad.
Las personas honradas también saben lo que ha conseguido enmascarar «el proceso de paz de Oslo». La opositora israelí Tanya Reinhart analiza perfectamente en su libro «Destruir Palestina» esa ostentación integral. Reinhart demostró con claridad que no solamente los israelíes duplicaron el número de colonos en Cisjordania durante los 7 años de negociaciones, sino que además en ningún momento han aceptado el desmantelamiento de los principales bloques de colonias, ni la devolución de Jerusalén Este, ni dejar la más mínima autonomía y viabilidad para un Estado palestino que ya estaría desgajado en varias partes y privado del acceso a las fronteras.
En la actualidad, la derecha israelí juega la carta de la intransigencia donde «todo depende de nosotros» y del derecho a la «expansión natural de las colonias existentes».
«Cuando el presidente estadounidense exige la congelación de la construcción, incluidas las guarderías (en las colonias), se aleja de los acuerdos entre Israel y el presidente Bush», declaró ayer en la radio pública el ministro de Medio Ambiente Gilad Erdan, un allegado al Primer Ministro Benjamín Netanyahu. «En 2004, Bush indicó en una carta que la construcción podría continuar en los grandes bloques de asentamientos de Judea-Samaria (Cisjordania), y en virtud de ese texto, Israel evacuó inmediatamente una veintena de colonias de la Franja de Gaza», añadió.
Ya conocemos esa canción: el gobierno de Netanyahu –o el que toque- hará como si cediera en ese punto (la congelación de las colonias) y todo el mundo soltará un gran suspiro de alivio.
Israel puede mantener todas sus colonias, seguir ocupando los territorios palestinos, anexionar Jerusalén, dejar en su sitio el muro del apartheid y los cientos de puestos de control, continuar haciendo la vida imposible a los millones de palestinos que viven en algunos bantustanes y seguir matando de hambre al otro millón y medio del gueto de Gaza. Por supuesto podrá seguir negando a los refugiados palestinos el derecho de retorno a su tierra y condenarlos a seguir siendo el único pueblo del mundo en esa situación, a pesar de todas las leyes internacionales que estipulan que ese derecho de retorno es inalienable.
Pero nos sentiremos aliviados: ¡Nada de nuevas guarderías en las colonias! (¿Pero quizás sí nuevas piscinas para colonos, carreteras de circunvalación o «zonas de seguridad»?).
Los israelíes habrán hecho una «dolorosa concesión» y eso es lo que cuenta ¿No? Los colonos aullarán, amenazarán… y entonces se dirá, como se dijo del carnicero Sharon convertido en un gran pacifista: «¡Qué valiente este gobierno israelí que se enfrenta a la presión de una parte de la población, de los parlamentarios y del gobierno!». Y mientras se habla de los hipotéticos hijos de los colonos privados de guarderías, Israel podrá seguir masacrando a los niños palestinos, expulsando a los palestinos, destruyendo sus casas, arrancando sus olivos, encarcelando y torturando a miles de hombres, mujeres y niños palestinos.
También podrá seguir ejerciendo su racismo sin complejos negando los mismos derechos a los ciudadanos judíos o no judíos del país sin que ningún gobierno o institución se lo impida. Los informes de investigación sucederán a otros informes de investigación cuando las masacres sean un poco más descaradas. Y se seguirá desplegando la alfombra roja ante todos esos criminales de guerra presentándolos como personas valientes que han hecho propuestas realmente ventajosas que esos terroristas palestinos no han querido aceptar.
¿Y Obama, como Clinton, nos repetirá la escena del «Hice lo que pude», pero los palestinos han hecho fracasar las negociaciones? ¿Por qué un Estado delincuente iba a obligar, por otra parte, a otro delincuente a comportarse de forma ética? Obama acaba de incrementar el presupuesto militar de Estados Unidos y de enviar más tropas a Afganistán. ¿Es así, en realidad, como emprende el camino de la paz y la justicia?
La opinión pública cada vez es menos ingenua. Ya sabe que no podemos contar con nuestros dirigentes para hacer que se apliquen el derecho de los pueblos a la autodeterminación, el derecho internacional y la justicia. Por eso debemos seguir pidiendo cuentas a Israel y considerarlo un paria mientras prosiga esta macabra representación. La campaña de boicot a Israel debe seguir ganando influencia en todo el mundo.
Texto original en francés: http://oumma.com/Obama-et-
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