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Oscar Pérez,
“… Deseo hacer un llamado a aquellas personas que están indecisas, confundidas, atemorizadas y desencantadas, a que reflexionen profundamente en que es necesario explorar otra experiencia de gobierno; donde tengamos mayores posibilidades de aportar, de construir, de hacernos sentir, de proponer y transformar la existencia… Quiero que mi evocación llegue a todas y todos para sumar y multiplicar la certeza y la confianza de que se trata de un momento histórico en el que un voto puede provocar la diferencia para la continuidad de ARENA y perpetuar la opresión, oscurantismo, la represión, el hambre y el miedo; o tener la oportunidad de cambiar, de convertirnos en protagonistas de cambios en un gobierno al que podamos contribuir, presionar y demandar alternativas diferentes…” Fragmento de una Carta de una mujer salvadoreña.
Muchos ya califican las elecciones presidenciales del 15 de marzo, como un evento histórico. Efectivamente lo son, pues el partido de derecha que está en el poder desde hace 20 años, se resiste por todos los medios y artificios a no dejar que la izquierda, liderada por un periodista reconocido, asuma el poder del ejecutivo.
Esta campaña política ha sido la más larga de todos los tiempos, pues los partidos en contienda arrancaron con mucha anticipación su trabajo proselitista. Iniciaron la carrera electoral 4 formulas presidenciales representando a tres partidos de derecha y el de la izquierda salvadoreña bajo la responsabilidad del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Al final de la contienda, solamente llegaron dos partidos políticos: por la derecha salvadoreña está la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido en el poder y que fue fundado por un militar acusado, según el Informe de la Comisión de la Verdad, de ser el autor intelectual de la muerte del Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero (ahora conocido popularmente como “San Romero de América”), y que lleva como candidato a un ex director de la Policía Nacional Civil (PNC). Representando a la izquierda de El Salvador, está el FMLN, partido surgido de la firma de los Acuerdos de Paz (enero de 1992) y que según resultados de las recién pasadas elecciones municipales y diputaciones, del 18 de enero, se sitúa ahora como la primera fuerza política a nivel nacional.
La campaña política no solo ha sido la más larga de la historia salvadoreña, sino también la más agresiva, que ha venido a contribuir a una mayor polarización de la población. Los principales oligopolios mediáticos, que han alimentado su caja registradora por la connivencia que mantienen con el poder gubernamental, también han puesto su parte, pues a coro han participado directa e indirectamente en la campaña del miedo que ha venido desarrollando el partido en el poder, disfrazando como información su propaganda.
Muchos analistas políticos sostienen que la estrategia del miedo todavía hace efecto dentro de la población. Otros, afirman que esta se volverá un búmeran para el partido de derecha, pues la necesidad de cambiar el estado actual de las cosas se sobrepone a la paralización que busca generar el miedo en la población.
Dentro de la campaña del miedo y para sus estrategas, cabe y vale todo. Bien lo denuncian por medio de un comunicado un conjunto importante de medios y organizaciones nacionales e internacionales que trabajan la comunicación en El Salvador, que dicen “Cuando el gobierno construye hechos, utilizando la desinformación para provocar temor y desconfianza: existencia de grupos armados que no se comprueban, computadoras de las FARC, con supuesta información que perjudica al partido opositor, que tampoco se comprueba; intento de relacionar a las maras y a los presos en penales en huelga, haciendo suponer que están organizados por sus rivales políticos; creación de fantasmas por medio de frases y declaraciones sacadas de contexto que incluso ofenden a los gobernantes de otros países latinoamericanos, entre otros.”
La derecha salvadoreña que hasta el cansancio ha criticado ferozmente durante la campaña al presidente de Venezuela, al gobierno de Cuba y al de Nicaragua, de intentar perpetuarse en el poder, resulta que ahora se resiste por todos los medios a dejar el poder y demostrar así que cree en el ejercicio de la alternancia política.
El partido en el poder no solo desarrolla una campaña del miedo, sino también utiliza vulgarmente todo el aparato estatal para intentar ganar estas elecciones, y si no las ganas a las buenas, quiere ganarlas también a las malas, por medio de un fraude, tal como lo denuncian sus opositores. Como dicen “Jalisco nunca pierde y si pierde arrebata”.
Salir a votar en El Salvador nunca se convirtió tan importante como hoy, ya que a juicio de muchos analistas políticos, una votación masiva puede contener tres significados: el primero, una expresión de valentía frente al miedo que se ha querido imponer; el segundo, la necesidad de legitimar al candidato que resulte ganador sobre todo para que podamos enfrentar como nación la crisis económica que ya se empieza a sentir con fuerza; y, tercero, evitar toda probabilidad de un fraude electoral.
Si la esperanza vence la campaña del miedo este 15 de marzo, gana sin lugar a dudas el pueblo salvadoreño, pues estas serán las últimas elecciones de la post guerra, arrancando así un nuevo capítulo en la vida política de El Salvador.
- Oscar Pérez, periodista salvadoreño, es corresponsal de la Agencia Informativa PULSAR y Presidente de la Fundación de la Comunicación para el Desarrollo (COMUNICANDONOS).
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